miércoles, 12 de junio de 2019

el placard: POEMAS DE ELIZABETH BISHOP

el placard: POEMAS DE ELIZABETH BISHOP: Foto: cortesía de Vassar College Archives & Special Collections Library, New York. INSOMNIO La luna en el



Foto: cortesía de Vassar College Archives & Special Collections Library, New York.



INSOMNIO



La luna en el espejo del buró,

a un millón de kilómetros, se mira

(con orgullo, tal vez, pero nunca

nunca, esboza una sonrisa)

está mucho más allá del sueño, o

tal vez ella duerma de día.


Si el universo la abandonara,

lo mandaría al demonio

y encontraría un curso de agua,

o un espejo, donde morar;

así que envolvé el asunto en una telaraña

y arrojalo a un pozo



a ese mundo a la inversa

donde la izquierda está siempre a la derecha,

donde la sombra en realidad es el cuerpo,

donde toda la noche están despiertos,

donde playo es el cielo, como acá

hondo es el mar, y vos me amás.





ANÁFORA



Cada día empieza con tanta

ceremonia, con pájaros, campanas,

el silbato de una fábrica;

a cielos de un oro tan blanco se abren

nuestros ojos, a paredes tan brillantes,

que por momentos nos preguntamos

“¿De dónde viene la música, la energía?

Y el día ¿para qué criatura inefable se creó,

que seguro perdimos?” Ah, sin demora

aparece él y al instante asume su forma

terrena, al instante cae

víctima de la vieja conspiración

adquiere la memoria y una fatiga

mortal mortal.



Más lento, entra en el campo visual

y se derrama sobre las caras moteadas,

oscureciéndose, condensando toda su luz;

a pesar de todo el sueño

malgastado en él con esa mirada,

padece nuestros usos y abusos,

se hunde en la marea de los cuerpos,

se hunde en la marea de las clases

rumbo a la noche, al mendigo de la plaza

que, agotado, sin lámpara ni libro

       prepara estudios fantásticos:

       el fenómeno ardiente

       de cada día de inacabable

       inacabable aceptación.





CASABIANCA



Amor es el chico parado en la cubierta en llamas

tratando de recitar “El chico parado en

la cubierta en llamas”. Amor es la declamación

     tartamuda del hijo que mira de pie

     mientras el pobre barco incendiado se hunde.



Amor es el chico obstinado, el barco,

hasta los marineros que nadan y bien

quisieran tener unas gradas en la escuela

     o una excusa para haberse quedado

     en el muelle. Y amor es el chico en llamas.






PELEA



Los días, que no pueden acercarte

o no quieren

y la distancia, que trata de parecer

más obstinada,

pelean, pelean, pelean conmigo

continuamente

sin probarte menos querido ni menos deseado.



Distancia: ¿Te acordás, toda esa tierra

abajo del avión;

esa costa

de playas borrosas enterradas en la arena

estrechándose indistinguibles

todo el camino,

todo el camino hasta donde mis argumentos se terminan?



Días: Y pensá

en ese caos de instrumentos,

todos para causar un efecto:

anular la experiencia del otro,

eran como un

calendario abominable

“Saludos de Por siempre & Jamás S.A.”



El sonido intimidante

de estas voces

que tenemos que encontrar por separado

puede y va a ser vencido:

Los Días y la Distancia se desbocaron otra vez

y se alejaron

ambos para bien de un campo de batalla manso.







CHEMIN DE FER



Sola por las vías del tren

     caminaba con el corazón batiente.

Tal vez estaban demasiado juntos

     o muy separados los durmientes.



El escenario, empobrecido:

     una mata de pinos y el roble; más allá

de su fronda, mezcla de gris y verde,

     vi el pequeño estanque



 como una lágrima antigua

     donde vive, sucio, el ermitaño,

lúcidamente aferrado

     a sus heridas año tras año.



El ermitaño disparó su escopeta

     y el árbol junto a la cabaña se agitó.

sobre el estanque se esparcieron ondas

     y la gallina voló haciendo clo-cló.



“¡Hay que poner en marcha al amor!”

     gritó el viejo ermitaño.

Un eco, desde el fondo del estanque,

     trató y trató de darle la razón.






UN ARTE



No es difícil dominar el arte de perder

tantas cosas acaban por perderse

y esa pérdida no es una catástrofe.



Hay que perder algo todos los días. Aceptar el

fastidio de las llaves perdidas, las horas malgastadas.

No es difícil dominar el arte de perder.



Después, practicar perder más y mejor:

lugares y nombres, dónde era que ibas.

Vas a ver, nada de eso es una catástrofe.



Perdí el reloj de mi madre. La última o

anteúltima de tres casas que amé. ¿Y ves?,

no es difícil dominar el arte de perder.



Perdí dos ciudades entrañables. Y más,

algunos reinos que tuve, dos ríos, un continente.

Los extraño, sí, pero no fue una catástrofe.



Ni siquiera perderte a vos (la voz graciosa, un gesto

que amo) me haría mentir. Es obvio que

no es difícil dominar el arte de perder, aunque

pueda parecer (¡ponele la firma!) una catástrofe.





ALGUNOS SUEÑOS QUE OLVIDARON





Los pájaros muertos cayeron sin que nadie los hubiese visto llegar

ni supiera de dónde. Eran negros, tenían los ojos cerrados

y nadie sabía qué clase de pájaros eran. Sin embargo, todos los agarraban

y miraban para arriba al cielo nuevo, acanalado y distante.

También cayeron gotas negras. Recogidas a la noche en los aleros

o congregadas en los techos sobre las camas, pendieron como formas

de gotas misteriosas encima de sus cabezas toda la noche,

y ahora rodaban de sus dedos negligentes, veloces, como el rocío de las hojas.

¿Dónde habían visto brillar bayas así de perfectas,

tan temprano a la mañana? Señuelos de corazón negro

sobre las ramas o bajo las hojas. ¿Pensaron “es veneno” y

las dejaron —acordate— o se las comieron de los árboles atestados?

¿Qué flor se encoge así hasta ser semilla como esta, como la aquilegia?

Pero para las ocho o las nueve sus sueños son todos inescrutables.









Versiones en castellano de Sandra Toro.






INSOMNIA


The moon in the bureau mirror

looks out a million miles

(and perhaps with pride, at herself,

but she never, never smiles)

far and away beyond sleep, or

perhaps she’s a daytime sleeper.


By the Universe deserted,

she’d tell it to go to hell,

and she’d find a body of water,

or a mirror, on which to dwell.

So wrap up care in a cobweb

and drop it down the well


into that world inverted

where left is always right,

where the shadows are really the body,

where we stay awake all night,

where the heavens are shallow as the sea

is now deep, and you love me.



ANAPHORA


Each day with so much ceremony

begins, with birds, with bells,

with whistles from a factory; 

such white-gold skies our eyes

first open on, such brilliant walls

that for a moment we wonder

'Where is the music coming from, the energy? 

The day was meant for what ineffable creature

we must have missed? ' Oh promptly he

appears and takes his earthly nature

   instantly, instantly falls

   victim of long intrigue,

   assuming memory and mortal

   mortal fatigue.


More slowly falling into sight

and showering into stippled faces,

darkening, condensing all his light; 

in spite of all the dreaming

squandered upon him with that look,

suffers our uses and abuses,

sinks through the drift of bodies,

sinks through the drift of classes

to evening to the beggar in the park

who, weary, without lamp or book

   prepares stupendous studies:

   the fiery event

   of every day in endless



   endless assent. 



CASABIANCA


Love's the boy stood on the burning deck

trying to recite `The boy stood on

the burning deck.' Love's the son

stood stammering elocution

while the poor ship in flames went down.


Love's the obstinate boy, the ship,

even the swimming sailors, who

would like a schoolroom platform, too,

or an excuse to stay

on deck. And love's the burning boy.



ARGUMENT


Days that cannot bring you near

or will not,

Distance trying to appear

something more obstinate,

argue argue argue with me

endlessly

neither proving you less wanted nor less dear.


Distance: Remember all that land

beneath the plane;

that coastline

of dim beaches deep in sand

stretching indistinguishably

all the way,

all the way to where my reasons end?


Days: And think

of all those cluttered instruments,

one to a fact,

canceling each other's experience;

how they were

like some hideous calendar

"Compliments of Never & Forever, Inc."


The intimidating sound

of these voices

we must separately find

can and shall be vanquished:

Days and Distance disarrayed again

and gone... 



CHEMIN DE FER


Alone on the railroad track

I walked with pounding heart.

The ties were too close together

or maybe too far apart.


The scenery was impoverished:

scrub-pine and oak; beyond

its mingled gray-green foliage

I saw the little pond


where the dirty old hermit lives,

lie like an old tear

holding onto its injuries

lucidly year after year.


The hermit shot off his shot-gun

and the tree by his cabin shook.

Over the pond went a ripple

The pet hen went chook-chook.


"Love should be put into action!"

screamed the old hermit.

Across the pond an echo

tried and tried to confirm it.



ONE ART


The art of losing isn’t hard to master;

so many things seem filled with the intent

to be lost that their loss is no disaster.


Lose something every day. Accept the fluster

of lost door keys, the hour badly spent.

The art of losing isn’t hard to master.


Then practice losing farther, losing faster:

places, and names, and where it was you meant 

to travel. None of these will bring disaster.


I lost my mother’s watch. And look! my last, or

next-to-last, of three loved houses went.

The art of losing isn’t hard to master.


I lost two cities, lovely ones. And, vaster,

some realms I owned, two rivers, a continent.

I miss them, but it wasn’t a disaster.


—Even losing you (the joking voice, a gesture

I love) I shan’t have lied.  It’s evident

the art of losing’s not too hard to master

though it may look like (Write it!) like disaster. 



SOME DREAMS THEY FORGOT


The dead birds fell, but no one had seen them fly,

or could guess from where. They were black, their eyes were shut,

and no one knew what kind of birds they were. But

all held them and looked up through the new far-funneled sky.

Also, dark drops fell. Night-collected on the eaves,

or congregated on the ceilings over their beds,

they hung, mysterious drop-shapes, all night over their heads,

now rolling off their careless fingers quick as dew off leaves.

Where had they seen wood-berries perfect as these,

shining just so in early morning? Dark-hearted decoys on

upper-bough or below-leaf. Had they thought poison

and left? or–remember–eaten them from the loaded trees?

What flowers shrink to seeds like these, like columbine?

But their dreams are all inscrutable by eight or nine.





ELIZABETH BISHOP (EEUU, 1911-1979).
espejo del buró, ...

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