viernes, 10 de febrero de 2017

Poesía: Nazim Hikmet

Poesía: Nazim Hikmet | :: Luis Emilio Recabarren ::



En Estambul, escribía para que me lo imprimieran, para que me leyeran con los ojos. Pero en Anatolia comprendí que era preciso leer los poemas en voz alta, para el pueblo. (...) Entonces me dediqué a escribir poemas sonoros, con rima y expresiones populares (...). Pero cuando estuve encarcelado, comprendí otra cosa: que se puede tener a un solo hombre por todo auditorio y, a través de él, hablar a toda la humanidad. Sin gritar: en voz baja, con una entonación muy de charla, muy íntima.
»La poesía es tan útil como el pan, la sal y el agua. (...)
»Mi oficio esencial es el de poeta. Hago teatro también y estoy empezando una novela. No existen temas específicos de la poesía, la novela o el teatro, todos los temas pueden ser tratados por uno u otro. Cuando se trata de la poesía, no hago ninguna concesión, quiero decir ninguna concesión formal. Concesiones ideológicas, las hago cuando me equivoco y digo: “tenéis razón, amigos míos”. Pero en el teatro, en la prosa, como son cosas secundarias para mí, puedo hacer concesiones formales, incluso puedo ser conformista. A veces se hacen concesiones sobre las cosas secundarias. La vida es tal que no hay que hacer concesiones en las cosas esenciales».
Fragmentos de la entrevista con Régis Debray y Jean-Marie Villegier para Clarté, nº 48
*************


AQUÍ VIENE NAZIM HIKMET
Pablo Neruda
NAZIM, de las prisiones
recién salido,
me regaló su camisa bordada
con hilos de oro rojo
como su poesía.
Hilos de sangre turca
son sus versos,
fábulas verdaderas
con antigua inflexión, curvas o rectas,
como alfanjes o espadas,
sus clandestinos versos
hechos para enfrentarse
con todo el mediodía de la luz,
hoy son como las armas escondidas,
brillan bajo los pisos,
esperan en los pozos,
bajo la oscuridad impenetrable
de los ojos oscuros
de su pueblo.
De sus prisiones vino
a ser mi hermano
y recorrimos juntos
las nieves esteparias
y la noche encendida
con nuestras propias lámparas.
Aquí está su retrato
para que no se olvide su figura:
Es alto
como una torre
levantada en la paz de las praderas
y arriba
dos ventanas:
sus ojos
con la luz de Turquía.
Errantes
encontramos
la tierra firme bajo nuestros pies,
la tierra conquistada
por héroes y poetas,
las calles de Moscú, la luna llena
floreciendo en los muros,
las muchachas
que amamos,
el amor que adoramos,
la alegría,
nuestra única secta,
la esperanza total que compartimos,
y más que todo
una lucha
de pueblos
donde son una gota y otra gota,
gotas del mar humano,
sus versos y mis versos.
Pero
detrás de la alegría de Nazim
hay hechos,
hechos como maderos
o como fundaciones de edificios.
Años
de silencio y presidio.
Años
que no lograron
morder, comer, tragarse
su heroica juventud.
Me contaba
que por más de diez años
le dejaron
la luz de la bombilla eléctrica
toda la noche y hoy
olvida cada noche,
deja en la libertad
aún la luz encendida.
Su alegría
tiene raíces negras
hundidas en su patria
como flor de pantanos.
Por eso
cuando rie,
cuando ríe Nazim,
Nazim Hikmet,
no es como cuando ríes:
es más blanca su risa,
en él ríe la luna,
la estrella,
el vino,
la tierra que no muere,
todo el arroz saluda con su risa,
todo su pueblo canta por su boca.
Fuente:poema de P. Neruda

miércoles, 8 de febrero de 2017

Las Voces Del Silencio: LA NAVAJA DE PADRE ( Poemas sobre la navaja)

Las Voces Del Silencio: LA NAVAJA DE PADRE ( Poemas sobre la navaja): Retrato en sepia.- 1 Aprendices de navajero en una fábrica de Albacete. Ni siquiera la blusa -uniforme del gremio- po...







LA NAVAJA DE PADRE ( Poemas sobre la navaja)

Retrato en sepia.-



1

Aprendices de navajero

en una fábrica de Albacete.





Ni siquiera la blusa -uniforme del gremio-

podían permitirse en aquél tiempo

los niños aprendices. Cuchilleros

de humilde condición, de inmaculados

ojos que se iniciaban en la industria

de aquella profesión. Ingeniería

nacida del ancestro como nacen

de un primer corazón las emociones

que después se transmiten en impulsos,

en vaharadas de sangre, eternamente.

Cuchilleros de sombras

-ni siquiera una luz anticipando

la claridad del día-, aprehendiendo

el sentido de aquella laboriosa

manera de ser alguien, afilando

el acero, a la vez que el instinto

daba forma a sus sueños de muchachos.



















2



La navaja de padre.-



I



No recuerdo a mi padre sin navaja.

Yo era pequeño, y ella,

un artefacto extraño

nadando entre los miedos y el asombro.

La navaja herramienta,

la navaja instrumento,

la navaja en el fondo

del pardo pantalón de mis recuerdos.



II



Sonaba el clic seguro, y era el gesto

cual el de un oficiante que iniciara

un rito casi atávico.



La mano de mi padre se ajustaba

a aquellas cachas blancas, jalonadas

con visos de misterio,

mientras madre sacaba de la orza

el pan sentado y blanco.



La navaja era entonces como un cáliz

desde el que el pan llegaba hasta las manos

en aquellas mañanas invernales

de hielo y de sarmientos.





La navaja libraba soledades

y tallaba sentidas miniaturas

en las noches de abril, cuando la luna,

redonda como un sueño sin orillas,

ponía claridades en lo incierto.



Yo era pequeño, y ella tan hermosa,

que anhelaba tenerla entre mis manos

inhábiles y niñas,

preparando  las púas del injerto

con la misma destreza

de aquellas otras  fuertes y precisas

curtidas por el cierzo...



Pero era de mi padre

y era su propiedad intransferible.



Y había que crecer y hacerse un hombre

para tener derecho a una navaja

de aquellas de Albacete  tan lejano ,

que llegaban en cada nueva feria

como aves migratorias

que anunciaran faenas de vendimia

y octubres de nostalgia.



III



Hoy que el recuerdo anida en los aleros

de un tiempo de bonanza,

y mi barca navega en otros mares

y acuden las ausencias

a llenar esos huecos de añoranza

que la vida precisa

para sentirse unida a las raíces

y al hilo de lo eterno,

se asoman a mi mente las secuencias

de aquellas horas cálidas

que dejaron su herrumbre en las orillas

de tanto olvido injusto.



Y me llegan, aún entrecortadas,

pasadas confidencias

en las que se hizo brasa la palabra

y supo a pan caliente.



Hoy recuerdo aquel gesto, tan de padre,

de hacer las rebanadas sobre el pecho,

o aquella cuña firme que apuraba

las últimas esencias del caldero.



Hoy miro entre mis cosas,

-en el cajón más íntimo del alma-

y remueven mis manos viejas huellas

de todos los que fueron,

hasta encontrar aquella que rezuma

calor de amanecidas.

Y se cierra mi anhelo en ese punto

de firmeza y aplomo

sobre unas cachas pálidas de tiempo

que aún no me pertenecen.



IV



La navaja es el nudo que me enlaza al recuerdo.

Todo está igual allí, tal vez por eso

uno vuelve la vista a la pureza

de esa imagen paterna

intentando encontrar una metáfora

que describa el instante,

pero no hay dimensión donde se ofrezca

una estampa más nítida

que aquella que navega por el pulso

de una sangre caliente.

La navaja está aquí, mudo testigo

de un tiempo irrepetible

que aun despierta pasadas realidades

en el ánfora gris de la nostalgia.



3

De luces y de sombras su reflejo.-

Dejadla así: rayando la osadía;

mitad provocación, mitad belleza;

lo mismo en un arcón de la nobleza

que  en un vasar de humilde buhonería.



Dejadla así, no entréis en la porfía

de si es de superior naturaleza.

Dejad que sea su origen  la corteza

en la que talle el tiempo su grafía.



Dejad que sea el color de la distancia

el que imprima su huella en la navaja

y la invista de luz o de misterio.



Y que brote el laurel de la constancia

en la mano del hombre que trabaja

tomándose su oficio tan en serio.