lunes, 9 de abril de 2012

Adrienne Rich, poeta venerada del feminismo, y un poema

El pasado martes la poeta y ensayista Adrienne Rich (Baltimore, 1929) moría a los 82 años en Santa Cruz, California, donde vivía desde 1976 en compañía de la también escritora y editora Michelle Cliff, quien desde 1970, tras la disolución de un matrimonio en el que había sido madre de tres hijos, sería su compañera hasta el final de su vida. Dentro del movimiento feminista fue una de sus más veneradas representantes y, gracias a sus brillantes ensayos y análisis críticos, una indiscutible y obligada referencia de las teorías y estudios sobre la mujer.
Inteligente y provocadora, era una de las poetas de mayor talento de EE UU y del panorama general de la poesía en lengua inglesa. Prestigiada y premiada desde sus inicios (W. H. Auden elogió y prologó su primer libro de poemas en 1951), recorrió sin embargo un largo camino de exploración poética y de autoanálisis existencial, cruciales en el cuestionamiento activo del patriarcado institucional, de la autoridad y la tradición literaria masculinas, convirtiéndose en una de las conciencias críticas más independientes y una de las voces femeninas más importantes de la historia.
Tras décadas de trabajo como escritora y activista comprometida, sus agudas reflexiones personales han articulado, con sorprendente precisión, problemas y cuestiones relativas a la liberación de la mujer reflexionando sobre su identidad y conciencia individuales, y sobre el papel de la escritura dentro de esos planteamientos. Su discurso poético y teórico mantiene un alto grado de atención crítica y lectora, pero es a partir de los años sesenta con Instantáneas de una nuera (1963) cuando se revela profundamente personal, capaz de romper todos los límites impuestos expandiendo el alcance de su obra. Ella misma se coloca en el centro de una irreprochable escritura deudora de una destacada tradición femenina, para crear una identidad y un lenguaje que, con manifiesto vigor e inteligencia, trascienden radicalmente su propia ideología. Rich lleva hasta sus últimas consecuencias ese eslogan surgido en el corazón del feminismo —lo personal es político—, teniendo muy clara la importancia radical que la experiencia personal de las mujeres desempeña como fuente y recurso para construir su futuro. Basta recordar su mítico libro en prosa Nacemos de mujer (1976), que es todavía uno de los mayores clásicos de la literatura femenina.
Una escritura siempre en primera persona, que relaciona conciencia y pensamiento. Prosa y poesía se muestran como el haz y el envés de un pensamiento donde la reflexión profunda del ensayo sostiene la realización explícita del poema. Esa coherente integridad entre pensamiento y acción se expresa en la corporeidad de un lenguaje ejemplo de compromiso incorruptible con el progreso y la conciencia de ser mujer. Su obra estudia y analiza las divisiones y dualidades instauradas en razón del sexo y la sexualidad, la raza o las creencias, poniendo en primer plano sus directas conexiones con el racismo, los prejuicios y la ceguera de clase o el antisemitismo. Aboga por equiparar el movimiento de los derechos civiles al de liberación de la mujer, y en uno de sus más famosos ensayos, Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, estudia la historia y la identidad lesbianas como elemento de ruptura de la cultura y la política heterosexuales, elaborando una perspectiva capaz de tener en cuenta todas las diferencias entre mujeres, hombres, lugares, épocas, culturas, condiciones, clases y movimientos a la hora de reconocer la experiencia individual en la esfera política. Vida y obra se hicieron inseparables en quien sabía que “una mujer que piensa duerme con monstruos”. Cuando le otorgaron en 1974 el Premio Nacional del Libro, y en desacuerdo con la política de Bill Clinton, lo rechazó en forma individual para recibirlo en nombre de todas las mujeres, junto con las nominadas poetas negras Alice Walker y Audre Lorde. Uno de los muchos ejemplos de honestidad y compromiso de quien demostró que la literatura todavía puede reclamarnos responsabilidades.

Arden papeles en vez de niños
                                                                                                     Estaba en peligro de
verbalizar mis impulsos éticos
                                                                                    

 hasta hacerlos desaparecer.
                                                                                                         °1-Daniel Berrigan, en el juicio, en Baltimore.


 

1.
Mi vecino, un científico coleccionista de arte, me llama por teléfono en
un estado de violenta emoción. Me dice que mi hijo y el suyo, de once y
doce años, han quemado el último día de clase un libro de matemáticas en
patio trasero. Le ha prohibido a mi hijo ir a su casa durante una semana,
le ha prohibido al suyo salir durante ese tiempo. «Quemar un libro
dice- me produce sensaciones terribles, recuerdos de Hitler; hay pocas
cosas que me disgusten más que la idea de quemar un libro».

Allí otra vez: la biblioteca, amurallada
con Britannicas verdes
Buscando otra vez
en las Obras Completas de Dürer
MELANCOLÍA, la mujer desconcertada

los cocodrilos de Herodoto
el Libro de los Muertos
el Juicio de Jeanne d'Arc, tan azul
Es su color, pienso

y se llevan el libro
porque suefio con ella con demasiada frecuencia

                  amor y miedo en una casa
                  conocimiento del opresor
                  sé que duele quemar


2.
Imaginar un tiempo de silencio
o pocas palabras
un tiempo de química y música

los hoyuelos por encima de tus nalgas
que mi mano recorre
o el pelo es como la piel, dijiste

una época de largo silencio

alivio

procedente de esta lengua          el bloque de caliza
un hormigón reforzado
fanáticos y mercaderes
arrojados a esta costa         de verdor salvaje          de arcilla roja
que respiro una vez
en señales de humo,
soplo de viento

el conocimiento del opresor
éste es el lenguaje del opresor

y sin embargo lo necesito para hablarte

 
3
La gente sufre mucho cuando es pobre y hay que tener dignidad e inteligencia para superar este sufrimiento.
Algunos de los sufrimientos son: una criatura no cenó anoche: un niño roba porque no tenía dinero para comprarla:
oír a una madre decir que no tiene dinero para comprar comida para sus hijos y ver a una criatura sin ropa
te hace brotar lágrimas de los ojos.

(la fractura del orden
el remiendo del discurso
para superar este sufrimiento)

4.
Yacemos bajo la sábana
después de hacer el amor, hablando
de la soledad
mitigada en un libro
revivida en un libro
así, en esa página
su coágulo y su fisura
aparecen
palabras de un hombre
que sufre
una palabra desnuda
penetra el coágulo
una mano que agarra
a través de los barrotes:

liberación

Lo que sucede entre nosotros
ha sucedido durante siglos
lo sabemos por la literatura

todavía sucede

celos sexuales
mano que se lanza
a golpear el lecho

sequedad de boca
después de jadear

hay libros que describen todo esto
y no sirven

Te internas en los bosques detrás de la casa
alli, en ese territorio
hallas un templo
construido hace mil ochocientos años
entras sin saber
qué es donde entras

así pasa con nosotros

nadie sabe lo que puede suceder
aunque los libros lo digan todo

quema los textos     dijo Artaud

5. Escribo a máquina por la noche, tarde, pensando en hoy. Qué bien
hablábamos todos. Una lengua es un mapa de nuestros fracasos. Frederick
Douglass escribía un inglés más puro que el de Milton. La gente sufre
mucho cuando es pobre. Hay métodos pero no los usamos. Joan, que no
sabía leer, hablaba una variante campesina del francés. Algunos de los sufrimientos son: es difícil decir la verdad;
esto es América; no puedo tocarte ahora. En América sólo tenemos el tiempo presente. Estoy en peligro. Estás en peligro.
Quemar libros no provoca sensación alguna en mí. Sé que duele quemar. Hay llamas de napalm en Catonsville, Maryland.
Sé que duele quemar. La máquina de escribir está recalentada, mi boca arde, no puedo tocarte y éste es el lenguaje
del opresor.

1968
°1: Daniel Berrigan, jesuita, pacifista y escritor, en 1968 quemó junto con otros 8 implicados, archivos de la oficina
donde se reclutaba a los jóvenes soldados, en Catonsville, Maryland, como protesta ante la guerra de Vietnam.
Fue juzgado y acabó en prisión.

 °2:   3. El texto en prosa lo escribió un alumno de Adrienne Rich perteneciente al Programa de Admisiones Abiertas,
para clases desfavorecidas, del City College de Nueva York en el que ella daba clases entonces.

Versión de María Soledad Sánchez Gómez