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Arturo Maccanti ha fallecido este jueves en en el Hospital Universitario de Canarias (HUC) a los 80 años de edad. Nacido en Gran Canaria en 1934, Maccanti, Premio Canarias de Literatura en 2003 y miembro de la Academia Canaria de la Lengua, era considerado uno de los poetas de mayor prestigio en las Islas.
Desde 1951 residía en Tenerife, aunque pasaba algunos períodos en Italia, de cuya literatura fue traductor. Durante los últimos años de su vida vivió en precarias condiciones económicas.
Publicó una amplia obra poética, recogida fundamentalmente en la antología El eco de un eco de un eco del resplandor.
Toda la obra de Maccanti estuvo marcada por un lirismo conmovedor, una hondura emotiva. Para él, “el poeta es un viejo incluso cuando es joven… Medita y reflexiona sobre cosas no vividas”.
Nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1934 de padres italo-portugueses. Fue amigo desde la adolescencia del grupo formado por Martín Chirino, Manolo Millares, Manuel Padorno, Felo Monzón, Toni Gallardo y otros.
Se trasladó a La Laguna en 1951, en cuya universidad se licenció en Derecho. Por su ascendencia paterna, profundizó en el estudio de la lengua y literatura italianas, viajó a Italia muchas veces y se convirtió en un reputado conocedor de dicha cultura, hasta el punto de que tradujo y publicó a grandes autores como Ungaretti, Montale, Pavese, Quasimodo y otros. También fue autor de un libro de poemas inédito en lengua italiana: L´impalpabile sabbia (La impalpable arena).
Fue cofundador, junto a Manuel González Sosa y Antonio García Ysábal, de la colección editorial La fuente que mana y corre.
De su obra poética, que ocupó la mayor parte de su actividad literaria y por la que obtuvo diversos galardones -y que ha sido estimada por sus contemporáneos como una de las más rigurosas hechas en Canarias-, destacan los títulos: San Borondón (1958), Poemas (1959); El corazón del tiempo (1963); En el tiempo que falta de aquí al día (1967); De una fiesta oscura(1977); Cantar en el ansia (1982); El eco de un eco de un eco del resplandor (1989), compendio de toda su producción publicada hasta entonces; Viajero insomne (2000), Obras Completas(2005), Helor (2006), etc.
Se ha dicho que de los poetas de la generación de los 50, es el que más insularidad reflejó -el aislamiento, la lejanía-, su delicada ternura y su ansia de universalidad. De hecho, el poeta expresó en varias ocasiones el interés que siempre le suscitó el concepto de la isla en su dimensión interior, que fue uno de los temas centrales de su obra, junto al mar y el paso del tiempo.
Entre 1972 y 1974 residió en Madrid, donde colaboró con la Editorial Taller de Ediciones JB, dirigida por el poeta Manuel Padorno, amigo desde su adolescencia en Gran Canaria. Esta editorial jugó un papel providencial en la cultura canaria durante la década del setenta, dando a la luz textos importantísimos que, en muchos casos, hoy son considerados clásicos de nuestra poesía y nuestra narrativa.
Participó en lecturas de poemas por toda la geografía insular. Además de cultivar la pintura, preparó textos para las exposiciones organizadas a favor de la población de Sarajevo y de UNAPRO. Fue el organizador de La Laguna, Ciudad de Poesía, celebración de la poesía durante el mes de mayo de 2001, en la que participaron, entre más de cien poetas, Kostas Tsirópulos, Corredor Matheos y Carlos Germás Belli. Desde enero de 2002 es miembro de laAcademia Canaria de la Lengua. En el año 2003 fue galardonado con el Premio Canarias en la modalidad de Literatura.
UNA NUBE DURANTE LA GRAN GUERRA (En vida) Hubo una vez una nube que cansada de serlo, cansada de montañas y aires sin rumbo, de los ríos inmensos de la tierra, cansada de la sangre y la metralla, descendió silenciosa y se posó en tus ojos. Era el tiempo de la escarcha y de la nieve. Hacía frío. Mucho frío, padre. Entonces tú, con tu infancia aterida bajo el brazo, cruzabas los caminos inclementes. Eras pequeño a la salida de la escuela. Maestra Giulia te daba dulces y lápices de colores, y en tus manos tristes, más tristes que todo el universo, mirabas aquellos tesoros incrédulo, asombrado. En casa te llamaban con nombres de ciruela y almendra, con nombres de manzanas y uvas moscateles, y desde aquella época te entristeció el helecho, porque un amigo tuyo, niño también, se murió alguna tarde y con él adornaron las estancias dolientes. En casa te llamaban con nombres olvidados, con nombres que sabían a olorosas mañanas... Florecía el cerezo, los olivos gozaban su verdor incipiente en el cercano bosque de Varrámista, el arroyo cantaba y andaban las muchachas de aquel tiempo llenas, como la tierra, de sueños y esperanzas, cuando en la fragua del destino aprendías el hierro con tus pequeñas manos de universo tristísimo, y un instante, lo que tarda una vida en nacer o en morir, saltó una chispa clara para encenderte el alma. Y encendida la tienes, padre mío sereno, aunque una nube oculte su esplendor en tus ojos, como al cielo de abril celajes repentinos le ocultan su belleza sin término...
“Que tiene el mayor mar como camino…”
Alonso Quesada
Mi pequeño país de inmenso cielo,
De inmenso mar,
He caminado por tu piel de tierra,
Tu arboleda de alisios, tus litorales solos,
Aspirando el olor, la savia de tus lavas,
En el aire que cumple mi edad y mi memoria.
Por la luz de tus cumbres descubrí el universo
La mañana primera, con otra luz ahora
Que empiezo a desnudarme de sustancia,
Que amo más tu hermosura a medida que avanzo
Por las selvas del tiempo.
Me he desangrado sobre ti.
Tu siempre me has devuelto duplicada la sangre
Y más claro mi sueño.
Si he sido un hijo de tus soledades,
Si sufrí como míos tus yugos y abandonos,
Si amparaste a mis muertos, si das luz a mis vivos,
Si nada te pedía a cambio del amor, mira, al menos,
Cuando sea ceniza
Que no me esparza el viento más allá de tu orilla
Arturo Maccanti
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