martes, 7 de noviembre de 2017

Una carta de amor

Mi buen amigo, nuestro querido Cortazar, muy pronto nos entregó las instrucciones para hacer de los mapas un tesoro, y así subirnos al ring de los días bisiestos, y como derrotados cronopios, aprendimos a reírnos en los reinos de este mundo, en las repúblicas imbatibles del amor y de la amistad.
Cortazar, acompañó nuestras noches inventado cocinas con todos los fuegos, el fuego.
Reescribimos todas las cartas de amor desde todos los frentes, y nos sentamos al borde de los ríos de vida que son las calles de Asia, polvo y voces arrastrando en su fulgurante riada, las mondas de la luz, y las cáscaras de las flores, que plagian la geometría de los cristales y de las estrellas infinitamente muertas y vivas, mientras parpadea por nosotros la muerte.
Levantamos cartas marinas, seguimos las trayectorias de los planetas de esta pequeña huerta que es el Sistema Solar, gracias a la esforzada entrega, sacrificadas criaturas, de electrizante vida, las anguilas, las que el último día de cada historia, nos desvelan la prosa del Observatorio.

Una carta de amor
                                                             de Julio Cortazar.
Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo,
como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,
todo eso es tan poco,
yo lo quiero de vos porque te quiero.
Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,
y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.

Anastasia Chernjavskaja 

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