RICARDO POCHTAR: POEMA INÉDITO, LA TIERRA Y LA REVOLUCIÓN
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Conocí a Ricardo Pochtar en Gijón, en octubre de 2011, por mediación de un amigo común, el poetaJulio Obeso González. Media tarde, cuanto apenas. Fue insuficiente. De esas carencias, de esos indelimitados aconteceres que generan huella y ausencia, que provocan la sed del desierto, el destierro de la sed, una incompletud que advierte de lo que de mi hay en el prójimo (George Bataille) y de la necesidad de una comunidad inconfesable, imposible, inútil e improductiva en las premisas de lo acordado por un contrato social que todo lo cosifica y traduce a números y porcentajes. Ricardo está en un afuera de ese propio afuera que es la poesía, la literatura como modo de estar en el mundo, de ser mundos, de no atrincherarse en las fronteras ni en los ensimismamientos ni en las servidumbres. Este poeta de aire renacentista, de amplia y serena consciencia cultural, buen versador, impecable conversador y ágil, libre, solvente humanista, es de esas personas que te mejoran, que te renuevan el ánimo, que enseñan sin enseñar a explorar las lindes de lo trascendente y lo intrascendente, de lo pertinente y lo impertinente, de lo extranjero y de lo orihundo, con una indisimulada, auténtica e interpeladora humildad y conocimiento.
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El poema inédito que comparto, es fruto de una serena correspondencia, de una lentitud consciente y atenta, entre Ricardo Pochtar y un ávido escuchador.
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LA TIERRA Y LA REVOLUCIÓN
La que por lo menos hasta la Revolución
ponían en su vodka los cosacos;
la que después pondrían los acmeístas
en sus asiduos suicidios parisinos;
la que Chopin había posado antes
tristemente sobre el piano;
la que algunos niños se ponen en la lengua
para no ensuciarse esos dientes tan de leche;
la que el Presidente del Mundo Jlebnikov
juraba que pondríamos algún día en nuestros platos,
cuando junto con los animales y las plantas
todos fuésemos sagrados
gracias a la Revolución.
Ricardo Pochtar
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