lunes, 8 de marzo de 2021

El último poema de Chenier, llamado La Jeune Captive

André Marie Chénier (Estambul,1​ 30 de octubre de 1762 - París25 de julio2​ de 1794) fue un poeta francés, ejecutado durante el periodo del Terror de la Revolución francesa acusado de «crímenes contra el Estado». Su poesía sensual y emotiva lo convierte en uno de los precursores del Romanticismo. Era hermano del político y escritor Marie-Joseph Chénier.

La vida de André inspiró el libreto de la ópera del compositor Umberto Giordano (1867-1948) titulada Andrea Chénier (1896), más concretamente, la relación amorosa que surgió entre el poeta y la hija de la condesa de Coigny en la sala de prisioneros que iban a ser guillotinados.

Asimismo, el cuadro titulado Juicio de André Chénier (1851) de Joaquín Sigüenza y Chavarrieta (1825-1902) presenta a Chénier, en el centro, escribiendo su último poema en la sala desde la que saldrá camino del patíbulo, junto a personajes de la alta sociedad. Esta obra es una copia de Appel des dernières victimes de la Terreur dans la prison de Saint-Lazare, 9 thermidor (1794) de Charles-Louis Müller (1815-1892) que se encuentra en el Musée de l'Histoire de France en Versalles.

Se recrea también en la novela de Charles Dickens Historia de dos ciudades (1859). 



El último poema de Chenier, llamado La Jeune Captive (La Joven Cautiva), donde Chenier expresa toda su desesperanza ante una inminente condena a muerte


Sazónase la espiga,

Respétala la hoz;

No teme al viñadero

El pámpano lozano,

Y bebe del rocío

Dulce y sabroso frío

Que suave templa el estival calor.


Yo, hermosa cual la espiga,

joven como la vid,

Aunque es mi vida triste,

De penas agitada,

Y siempre abrumadoras

Pasan mis largas horas,

Aun no quiero morir.


Que con enjutos ojos

Y con serena faz

Caiga el estoico altivo

En brazos de la muerte;

Yo espero, y mi quebranto

Consuelo con el llanto,

Y la cabeza doblo

Si ruge el huracán.


Levántola si pasa

Su soplo destructor;

Que si hay amargos días

También hay dulces horas;

¿Qué miel tras su dulzura

o deja la amargura?

¿Qué mar nunca ha sentido

Del Bóreas el furor?


»Mora en mi blando seno

Fecunda la ilusión;

En vano de una cárcel

Los muros me detienen;

Dame alas la esperanza,

Cual ruiseñor se lanza

Ya libre de las redes

Del fiero cazador.


¿Por qué inocente debo

Tan joven, ¡ay!, morir?

Tranquila yo me duermo,

Despiértome tranquila;

Ni en sueño ni en vigilia

Con agudo tormento

Viene el remordimiento

Mi corazón a herir.


Vanse los ojos todos

De verme el parabién,

Cuando abandono el lecho

Al despuntar el día,

Y en esta mansión lúgubre

Mi aspecto sonriente

Serena toda frente

Que abate el padecer.


De este camino hermoso

Lejos estoy del fin;

Apenas he pasado.

Los árboles primeros;

Apenas he tocado

La copa centelleante,

Sentada un solo instante

De la vida al festín.


Estoy en primavera,

Quiero las mieses ver,

Quiero como los años

Seguir mis estaciones,

Quiero acabar el día,

Vi sólo el alba hermosa,

Soy cual la blanca rosa

Adorno del vergel.


Espera, negra muerte,

Aléjate de mí;

Hiere al triste que gime

De espanto y de vergüenza;

A mí el Amor me ofrece

jardines deleitosos

Y cantos armoniosos;

Aun no quiero morir.»


Así burlando el tedio

De mis pesados días,

Mi lira resonaba

La voz de una cautiva,

Y las amables quejas

De su boca sencilla

Al yugo de los versos

Mi labio sometía.

Testigos armoniosos

De mi prisión prolija,

Al estudioso amante

De dulces armonías

Harán tal vez que inquiera

Quién la beldad sería.

En su voz y en su frente

La gracia sonreía,

Y cual ella, temieron

Ver acabar su vida

Aquellos que vivieron

Cerca de la Cautiva.




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