lunes, 8 de marzo de 2021

‘Ajedrez 88 sonetos’ de Josep Mercadé Riambau, Por Jesús Cabaleiro Larrán

 

‘Ajedrez 88 sonetos’ de Josep Mercadé Riambau

El libro ‘Ajedrez 88 sonetos. Antología poética’ de Josep Mercadé Riambau editado por la editorial ‘Poesía eres tú’ abre un camino en la relación entre literatura y ajedrez que merece tenerse en cuenta.

Ajedrez 88 Sonetos portada

Hay que recordar que la referencia más antigua del ajedrez es un poema persa Kar-Namag i Ardashir i Pagaban, del siglo sexto. Luego vino el conocido poema del persa de Nishapur, Omar Jayyam (1048-1131), conocido con el paso de los siglos por su mayor propagador, Jorge Luis Borges (1899-1986) donde lo cita, “la sentencia es de Omar…”.

Y es que como no podía ser menos este soneto es uno de los primeros de los 88 que figuran en el libro.

Hay que resaltar que todos son sonetos (dos cuartetos y dos tercetos de versos endecasílabos) aunque alguno mal medido, desde el punto de vista métrico, y también alguno de no mucha calidad. No obstante, la mayoría tienen una calidad suficiente.

Los 88 sonetos seleccionados de varias literaturas, de los que, muy acertadamente, se aportan sus traducciones, se han agrupado temáticamente: en su primera parte, describen el ajedrez, sus piezas y las batallas sobre el tablero. En la segunda se recogen metáforas que equiparan el juego rey con la vida, la contienda amorosa y el jaque mate de la muerte. La tercera retrata el perfil del jugador y grandes jugadores, incluyendo panegíricos y elogios, cerrando la cuarta parte con unos sonetos lúdicos.

Una antología pensada para degustación tanto de los amantes del juego como de la poesía, más concretamente del soneto. Están centrados en Europa donde se desarrolla más el soneto, son 43 en castellano, 21 en italiano, doce en inglés, seis en catalán (el autor aporta dos), tres en francés y uno en portugués, alemán y ruso, respectivamente.

Hay mezcla de autores consagrados y otros prácticamente desconocidos, así como de distintas épocas, prácticamente desde el Renacimiento hasta la actualidad, siendo los contemporáneos los más abundantes.

Hay un poeta –más bien, sobre todo escritor- cuyo poema tiene el privilegio de ser traducido al ruso y al inglés. Pero se entiende perfectamente al tratarse de alguien tan vinculado a la literatura y al ajedrez como Vladimir Nabokov (1899-1977) y su tercer soneto de ajedrez.

Resaltar algunos sonetos siempre es tarea complicada y subjetiva de cada cual, pero personalmente, además del muy conocido de Borges, citar a Lope de Vega (1562-1635) quien tuvo en su larga obra múltiples referencias al noble juego, además de los sonetos, recordemos la adaptación que hizo del conocido Romance de Fajardo también conocido como Romance del Ajedrez.

De los más contemporáneos, sin duda, Blas de Otero (1916-1979) aunque en un poema ‘Por ahí pasa la muerte’ donde la alusión ajedrecística es muy fina enlazada con la muerte.

También el poeta arcense, Carlos Murciano, de noventa años, pero en otra vertiente, la amorosa, con ‘Donde el poeta juega con su amada y cuenta como pierde la partida’.

El poeta cubano Eliseo Diego (1920-1994) también tiene su sitio con un largo poema del que se entresacan dos referencias y el peruano Marco Martos Carrera quien fuera también jugador y que aporta dos poemas de su libro Jaque perpetuo.

En catalán, cómo no recordar al recientemente fallecido premio Cervantes, Joan Margarit (1938-2021) –quien, en su día, mantuvo una cordial conversación con quien esto escribe-. Imagen en un vidrio se titula el poema donde señala la metáfora que su vida transcurre «en un tablero de ajedrez. Y nunca olvidará que está jugando».

Aunque la presencia femenina no es numerosa, siete en el total de 88, sí merece citarse a la catalana Carilda Oliver Labra (1922-2018) con un soneto dedicado a su padre.

Entre los italianos mencionar el de Tommaso Cambray-Digny (1845-1901) quien fue diputado y que describe el conocido como Mate Légal y el portugués de Frei Bernardo de Brito (1569-1617) en la referencia a la confrontación amorosa, ‘Soneto a Silvia estando jugando al ajedrez’.

Destacar la coincidencia del autor con el que escribe, al mencionar los versos destacados de Francisco Delgado Iribarrenlibro del que ya hicimos la crónica, coincidiendo además en que recoge unas frases del buen prólogo que le hace David Coll. Así, aparte de los dos escogidos –Mercadé Riambau se prohibió recoger más de dos sonetos por autor- menciona en un pie de página otros dos, que precisamente, el que escribe había citado, ‘Dios y Lucifer’ y ‘El mundo es un tablero’.

El esfuerzo de compilación y traducción, es destacable. Su aparición es valiosa para la literatura de ajedrez, independientemente de sus posibles yerros que tampoco hay que soslayar.

En este sentido, mencionar que hay un abuso de fuentes digitales (algunos enlaces tienen errores) con múltiples referencias y muchos sonetos son de autores recientes, sacados directamente de internet.

Por otro, en la presentación-introducción, páginas 9 a 27, que hace el autor hay diferentes errores y erratas, dando la impresión que no fue revisada.

Tal vez los dos mayores errores involuntarios son, en un pie de página, donde confunde al poeta chileno Waldo Rojas, de 76 años, autor del poema ‘Ajedrez’, con el compositor y pianista argentino Waldo de los Ríos (1934-1977) tristemente suicidado. Precisamente la confusión es al referirse al apartado del ajedrez y la muerte. El otro, en la página 14 al confundir al poeta cubano Eliseo Diego con el escritor y analista político, Eliseo Bayo de 81 años.

El libro abre un camino que, tal vez, otras editoriales quieran seguir con una antología de Poesía y Ajedrez mucho más completa, no centrada únicamente en el soneto y, sobre todo, que abarque todas las referencias y países. En esta obra no aparece la importante herencia árabe, además vinculada a España, como los versos del rey-poeta Al Mutamid (1040-1095) o los referidos al mundo persa y eslavo, entre otros.

Por cierto, dentro de escasos días, el domingo 21 de marzo 2021 se celebrará  el Día Mundial de la Poesía que declaró la Unesco desde 1999, buena ocasión para degustar todos esos versos que a lo largo de los siglos han unido al más que milenario juego con este arte de las palabras.

Biografía

Josep Mercadé Riambau es catedrático de Literatura. Lleva treinta años investigando el tema del ajedrez en la literatura y, sobre ello, ha publicado más de veinte artículos, redactado un amplio ensayo sobre El ajedrez en la literatura del Siglo de Oro, estrenado una obra sobre Lope (Yo no entiendo de caracoles sino de sonetos) en Santa Coloma de Gramenet y otra ajedrecística en el teatro Campoamor de Oviedo con motivo del 2º Open Internacional de Ajedrez. Ha publicado el libro Lope de Vega y el ajedrez.

  • Ajedrez. 88 sonetos
    Josep Mercadé Riambau
    Editorial Poesía… eres tú.
    Enero de 2021. 14 euros.
    194 páginas.

El último poema de Chenier, llamado La Jeune Captive

André Marie Chénier (Estambul,1​ 30 de octubre de 1762 - París25 de julio2​ de 1794) fue un poeta francés, ejecutado durante el periodo del Terror de la Revolución francesa acusado de «crímenes contra el Estado». Su poesía sensual y emotiva lo convierte en uno de los precursores del Romanticismo. Era hermano del político y escritor Marie-Joseph Chénier.

La vida de André inspiró el libreto de la ópera del compositor Umberto Giordano (1867-1948) titulada Andrea Chénier (1896), más concretamente, la relación amorosa que surgió entre el poeta y la hija de la condesa de Coigny en la sala de prisioneros que iban a ser guillotinados.

Asimismo, el cuadro titulado Juicio de André Chénier (1851) de Joaquín Sigüenza y Chavarrieta (1825-1902) presenta a Chénier, en el centro, escribiendo su último poema en la sala desde la que saldrá camino del patíbulo, junto a personajes de la alta sociedad. Esta obra es una copia de Appel des dernières victimes de la Terreur dans la prison de Saint-Lazare, 9 thermidor (1794) de Charles-Louis Müller (1815-1892) que se encuentra en el Musée de l'Histoire de France en Versalles.

Se recrea también en la novela de Charles Dickens Historia de dos ciudades (1859). 



El último poema de Chenier, llamado La Jeune Captive (La Joven Cautiva), donde Chenier expresa toda su desesperanza ante una inminente condena a muerte


Sazónase la espiga,

Respétala la hoz;

No teme al viñadero

El pámpano lozano,

Y bebe del rocío

Dulce y sabroso frío

Que suave templa el estival calor.


Yo, hermosa cual la espiga,

joven como la vid,

Aunque es mi vida triste,

De penas agitada,

Y siempre abrumadoras

Pasan mis largas horas,

Aun no quiero morir.


Que con enjutos ojos

Y con serena faz

Caiga el estoico altivo

En brazos de la muerte;

Yo espero, y mi quebranto

Consuelo con el llanto,

Y la cabeza doblo

Si ruge el huracán.


Levántola si pasa

Su soplo destructor;

Que si hay amargos días

También hay dulces horas;

¿Qué miel tras su dulzura

o deja la amargura?

¿Qué mar nunca ha sentido

Del Bóreas el furor?


»Mora en mi blando seno

Fecunda la ilusión;

En vano de una cárcel

Los muros me detienen;

Dame alas la esperanza,

Cual ruiseñor se lanza

Ya libre de las redes

Del fiero cazador.


¿Por qué inocente debo

Tan joven, ¡ay!, morir?

Tranquila yo me duermo,

Despiértome tranquila;

Ni en sueño ni en vigilia

Con agudo tormento

Viene el remordimiento

Mi corazón a herir.


Vanse los ojos todos

De verme el parabién,

Cuando abandono el lecho

Al despuntar el día,

Y en esta mansión lúgubre

Mi aspecto sonriente

Serena toda frente

Que abate el padecer.


De este camino hermoso

Lejos estoy del fin;

Apenas he pasado.

Los árboles primeros;

Apenas he tocado

La copa centelleante,

Sentada un solo instante

De la vida al festín.


Estoy en primavera,

Quiero las mieses ver,

Quiero como los años

Seguir mis estaciones,

Quiero acabar el día,

Vi sólo el alba hermosa,

Soy cual la blanca rosa

Adorno del vergel.


Espera, negra muerte,

Aléjate de mí;

Hiere al triste que gime

De espanto y de vergüenza;

A mí el Amor me ofrece

jardines deleitosos

Y cantos armoniosos;

Aun no quiero morir.»


Así burlando el tedio

De mis pesados días,

Mi lira resonaba

La voz de una cautiva,

Y las amables quejas

De su boca sencilla

Al yugo de los versos

Mi labio sometía.

Testigos armoniosos

De mi prisión prolija,

Al estudioso amante

De dulces armonías

Harán tal vez que inquiera

Quién la beldad sería.

En su voz y en su frente

La gracia sonreía,

Y cual ella, temieron

Ver acabar su vida

Aquellos que vivieron

Cerca de la Cautiva.