«Si tú te condenaras
-yo también me perdería-»
Emily Dickinson
-yo también me perdería-»
Emily Dickinson
Si mañana muero, que sea el abrazo el festejo en mi entierro. Que queméis todo, lo que yo no pude prender, de lo que no supe hacer un hervidero. Si el fin llega, amigos míos, que sea a mí a quien lleve, y que permanezca la risa y el amor entre ustedes.
Si una pandemia no es suficiente, entonces nada lo será. Si no transformamos la esencia, ella nos transformará. Porque la insostenibilidad tiene el peor de los desenlaces: el vuestro, y el de todos. Si ninguna guerra es nuestra, entonces, ¿de quién son las armas?
Si aún así, es más importante el búnker en el que refugiarse que salir con alguien a mojarse bajo la lluvia, perdonadme, entonces no quiero quedarme aquí, no es campo para flores, no es tierra para almas libres.
Si todavía, no es evidente la capacidad necesaria de empatizar y tender la mano, eso quiere decir que continuamos ciegos y que será difícil alzar la vista al cielo a este paso que llevamos.
Perdonadme, pero la vida siempre fue una mezcla de drama y comedia, de alegría y llanto, de soledad y compañía, de amor y miedo… Y ahora, estamos poniendo todo del mismo lado de la balanza, evitaremos el hundimiento de este navío, pero a la vez, estamos provocando el naufragio del buque vecino.
Hoy, es nuestra piel, nuestros días, nuestras noches las que no resisten más, se declaran en huelga por la atrocidad que llevan soportando. La decadencia no era ilimitada, la negación no era invisible y el abandono era una realidad.
Quizás, solo sea un deliro más que brota en primavera, o un mensaje a destiempo vaticinando el fin de una era. Es momento de mirar adentro, sincerarse, y escuchar la voluntad de lo que los pueblos claman, de lo que la naturaleza está expresando.
Sea un cambio de modus operandi o una responsabilidad colectiva, puede que sea, o no, la última batalla que decida el final de la contienda. Así que, háganlo, por la vida, carajo. Que no vuelve.
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