“Nunca fui una poeta. Verdaderamente soy un ser vivo. Sin embargo, es necesario permanecer en el anonimato. Y para mantener la incógnita, la aventura que elegí fue la de poeta”.
Mina Loy tenía una relación conflictiva con el título de poeta. Quizás porque como tantas otras artistas vanguardistas, le desagradaban las etiquetas. O quizás fuera porque ya tenía demasiadas.
Loy nació británica, murió americana, fue poeta pero también narradora, artista y decoradora de pantallas de lámparas. Dramaturga, modelo, escultora, diseñadora de vestidos y creadora de collages. Dadaista, futurista y feminista.
Como la luna, Mina Loy tenía muchas caras, fases que fue mostrando y ocultando a lo largo de toda su carrera, y que ahora se desvelan en el libro Mina Loy, Futurismo Dadá Surrealismo (Ed. La Linterna Sorda).
Mina Loy nació en 1882 en Londres y muy joven se trasladó a Munich a estudiar pintura, una de sus primeras facetas, a la que volvería cada cierto tiempo. En 1904 se mudó a París con quien sería su primer marido, Stephen Haweis. Pronto alternó la pintura con la poesía, con poemas rupturistas y novedosos, versos libres que ignoraban la sintaxis y provocaron la admiración de sus contemporáneos.
Su primera etapa europea la pasó entre los círculos vanguardistas de París y de Florencia, ciudad a la que se mudó tras el nacimiento de su segunda hija. Entre sus amigos se encontraban Marcel Duchamp, T.S. Eliot, Ezra Pound, Gertrude Stein, Djuna Barnes, Wallace Stevens y miembros del movimiento futurista, con los que se relacionaría ya en Italia.
Mina Loy nació británica, murió americana, fue poeta pero también narradora, artista y decoradora de pantallas de lámparas. Dramaturga, modelo, escultora, diseñadora de vestidos y creadora de collages
Loy se acercó al Futurismo a través de su amistad con algunos de sus miembros como Filippo Marinetti o Giovanni Papini, con quienes tuvo un affaire.
Hasta que en 1914 Mina Loy se da cuenta de que, paradójicamente, no hay futuro para las mujeres futuristas. La misoginia de sus miembros y su acercamiento al fascismo hacen que publique su Manifiesto Feminista, una contestación al machismo de Marinetti.
El futurista le dijo a Loy que ella era una excepción entre las mujeres ordinarias. Sin embargo, la artista no estaba dispuesta a asumir dos cosas: ni el desdén de Marinetti hacia las mujeres normales, ni su rol de mujer excepcional. Ese mismo año publica Aforismos sobre futurismo una burla en verso al movimiento.
OLVIDA que vives en casas, que puedes vivir en ti mismo-
ASÍ la gente más pequeña vive en las casas más grandes
PERO la persona más pequeña, potencialmente, es tan grande como el Universo
En sus poemas, escribe sobre el deseo erótico, el amor, rompe los estándares de la feminidad de la época y habla sin tapujos del sexo y de las funciones corporales. “No hay nada impuro en el sexo, excepto la actitud mental ante él”, escribía en su Manifiesto Feminista. También trata la prostitución, la maternidad y es una de las primeras autoras en escribir un poema dedicado al parto.
Algo en el delirio de las horas nocturnas
Se confunde mientras intensifica la sensibilidad
Emborronando los contornos espaciales
Ayudando así a la elusión de lo circunscrito
Del que ese balbuceo de bestia salvaje crucificada
Llega tan y tan lejano
La espuma en los músculos elongados de la boca
No forma parte de mí
Existe un clímax en la sensibilidad
Cuando el dolor se sobrepasa a sí mismo
Deviene exótico
Más adelante Mina Loy se muda a Nueva York, donde también deslumbró entre los círculos culturales de la ciudad. En 1917 se choca con Arthur Cravan, un gigante de dos metros, poeta y fundador de la revista Maintenant y también boxeador.
“Deberías venirte a vivir conmigo a un taxi, podríamos tener un gato”, se cuenta que le dijo Cravan al poco de conocerse.
Se enamoraron, se casaron y huyeron a México juntos. El poeta murió en extrañas circunstancias cuando viajaban a Argentina y se dice que el poema de Loy El jazz de la viuda,es un homenaje al duelo por la muerte de su amado.
“¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida? ¿Cuál el más triste?”, le preguntaron al tiempo en una entrevista.
Mina Loy respondió: “Cada momento que pasé con Arthur Cravan. El más triste: todos los demás”.
En 1923 publicó su primer poemario, Baedeker Lunar, un paseo literario -Baedeker era el nombre con el que se conocían las guías turísticas en esa época-, que fue calificado por Ezra Pound como lo mejor de aquellos años.
Tras la fase americana llega la europea otra vez, donde se reúne con sus hijos. Y en 1936 vuelve a Nueva York con su hija, donde se instala en Manhattan.
Después de la Segunda Guerra Mundial se muda al Bowery neoyorquino donde vive casi en la pobreza, rebuscando entre la basura para fabricar arte ready-made. En 1958 se reeditó Baedeker Lunar y hubo una exposición en su obra para reivindicarla, a la que ella decidió no asistir. Debido a su precario estado de salud se había trasladado a Colorado, donde vivían sus hijas.
Seguro que los vecinos que veían a esa abuelita rebuscar en la basura no se podían llegar a imaginar que había sido amiga de Ezra Pound, amante de Marinetti, poeta dadaísta y una de las mujeres más bohemias y salvajes de la vanguardia de principios de siglo.