miércoles, 27 de junio de 2012

Pe­cios. ¿Hu­bo al­gu­na vez “tiem­pos fe­li­ces”? de SANCHEZ FERLOSIO

Pe­cios. ¿Hu­bo al­gu­na vez “tiem­pos fe­li­ces”? | Andalucía Cultura
Publicado el Domingo, 17 de junio del 2012
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Fuente : Rafael Sánchez Ferlosio es escritor. / El País
(Hoy sí que) La política es una actividad cuyo ejercicio consiste en volver a empezar de nuevo cada día.
* (Glosa al anterior) Lo encuentro mucho mejor dicho —referido al PP— en una columna de M. A. Aguilar: “La inauguración permanente de la historia”.
* (Pensar en positivo) Han conseguido que no haya cosa de más mala fe que la esperanza.
* (Adivinanza) Tiene una voz tan áspera que las palabras que salen de su boca zumban como mosquitos.
* (Victimato) La justicia moderna reverbera la antigua venganza, porque la culpa ya no parece ser el daño, sino la impunidad.
* (Right or wrong) Naturalmente, que el enemigo tenga que ser malo es una consecuencia de la pueril e intransitable lógica de la moral.
* (España) Aquí es que casi no hay cosas ni acciones de tanto como abultan las personas. Y con dos apellidos.
* (Aviso para el público) En el guiñol no hay Dios, pero sí que están la muerte y el diablo. Así es también en aquellas antiguas aleluyas ilustradas de El mundo al revés: la penúltima es la de la muerte: el hombre tiene la guadaña y la esgrime contra un esqueleto, que dice “Llegó mi hora”; y la última del diablo: el hombre se lo echa al hombro y sale corriendo, y el diablo dice: “¿Adónde me llevas, pícaro?”.
* (El progreso) Los adelantos pueden conseguir tristezas nunca antes conocidas; ya algún pintor francés del siglo XIX nos mostró cómo la luz de una bombilla puede llegar a ser infinitamente más triste que la de un candil.
* (Contra los nominalistas) “La palabra perro no ladra” se atreven a decir. En la fétida y repelente infinitud de perros que los hombres alimentan no ha de faltar alguno que no ladre, pero si hay uno que no puede absolutamente dejar de ladrar es el de la palabra que nombra la especie.
* (El glorioso antecedente) Aznar historia de España sí debe de saber y, si no, su señora, que era entonces concejal del Ayuntamiento de Madrid, podía leerlo a diario en los versos de la plaza de la Villa: “… y en la Tercera el Francés…”. En efecto, fue en aguas de la isla Terceira, la mayor de las Azores, que Felipe II había anexionado por las armas, con todo Portugal, a su corona, donde Álvaro de Bazán, que había mandado la escuadra española en Lepanto, derrotó a los franceses en el terrible combate naval del 26 de julio de 1582, históricamente famoso no solo por el estrago sino también por ser el primero en que pelearon galeones armados. Ya se comprenderá el entusiasmo del presidente Bush cuando Aznar le fue con esta historia y le recomendó la isla Terceira para la triple reunión sobre la guerra de Irak, sobre todo porque los derrotados habían sido los franceses, los antecesores de Dominique de Villepin, que había sido hasta aplaudido —cosa inusitada— en la ONU, por su vibrante discurso contra esa guerra. El curioso movimiento de Bush por detrás de Barroso y del inglés para ponerse al lado de Aznar debió de responder a un súbitamente renovado espíritu de gratitud.
* (Libertad de movimientos) Suelo decir que no sé lo que es la libertad, pero como en muchas otras cosas el argumento más sólido que tengo no es más que una alegoría: la de las cuerdas de la marioneta: cuantas más, más libertad.
* (Nuevas tecnologías) Los mayores cambios que ha habido en el mundo y en los hombres en los últimos 100 años son los que ha producido la invención de la fotografía quieta y móvil (motion pictures).
* (Posón / pelíkon) El cierzo sopla más frío que mantas tiene toda la familia. Se queja de más fiebre que termómetros hay en la botica. Entra más mar que marineros hay para achicar la barca.
* ( Sajones y latinos) El marcado sentimentalismo anglosajón surge de la necesidad de una esperanza concebida como fidelidad y se esfuerza constantemente por guardarla; la desazón española no ha conocido nunca la esperanza, en su lugar pone una aceptación eternamente rencorosa.
* (Milagros) Es más que peligroso buscar garantías para una verdad o para cosa que por tal se tenga. La garantía consiste siempre en un refuerzo exterior. O sea que no os fiais de que una pared se tenga en pie por sí sola, y no se os ocurre cosa mejor que apuntalarla. Las garantías, como los puntales, desautorizan la verdad o la suplantan.
* (Sixtina) La mano abierta como un espejo cóncavo de este Cristo nuevo, rasurado como un romano, proyecta su haz no de luz sino de tiniebla hacia el oscurecido rincón inferior izquierdo, donde están los réprobos: la mano del Salvador no está salvando, está condenando.
(Lo detestable) Hay cosas que se hacen odiar ya desde el epíteto con que nos las encarecen: las de “honda raigambre”, las de “genuino sabor local”.

* (Palabra por palabra) Roturación y deforestación corroen y esterilizan el delgado suelo de la tierra tropical. A toda construcción precede cada vez más profunda destrucción del suelo del solar. Los hombres de Gran Metrópolis se mueven por corredores sombreados por competición de altura entre encumbradas torres. El auge de transportes y comunicaciones descualifica cercanías y lejanías. Las distancias se homologan como duraciones: el espacio se desdimensiona y se temporaliza. En esa tierra descortezada y desespacializada, los hombres van dejando de llamar “mundo” al lugar en el que habitan y al contexto y contenido de sus vidas y cambiándole el nombre de “mundo” por el del desnudo soporte astronómico en que se sustentaba dicen cada vez más “el planeta”.
* (Glosa del anterior) Una vez más la guerra demuestra ser lo que va por delante y lo que manda en la civilización y en la palabra, pues ella es lo primero que se ha vuelto realmente astronómico, dado que se combate y se gana fuera de la atmósfera y aun de la gravedad.
* (Panem et circenses) Llenando el lugar vacío de la impotencia, el hastío y el nihilismo, el deporte es desde siempre lo que más cabalmente cumple la función primaria de toda cultura como instrumento de control social.
* (La Era industrial) Ningún dicho expresa mejor la homogeneización del tiempo en la Era industrial que aquel refrán moral, no por casualidad precisamente inglés: “Play while you play, work while you work”. Fue Cervantes tal vez el último que tuvo la gracia de anunciar la condición del tiempo antiguo: “Mas no son todos los tiempos uno”. La sirena impuso la puntualidad en la entrada de la fábrica y el ocio se obligó a las agujas del mismo reloj; no podía haber adelantos ni retrasos ni alcances ni superposiciones, porque el tiempo era el mismo, y no podía haber un “mientras” —un while— simultáneo de trabajo y ocio; todo tuvo que ser enrasado en ocho horas, con el mismo principio y el mismo fin.
* (Tiempos) ¿Pero ha habido alguna vez “tiempos felices”?
* (Días) Los días felices los pone allí el recuerdo. Por eso son tan tristes.

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