martes, 13 de septiembre de 2011

DOS POEMAS DE GARY SNYDER

 Que buen aspecto tenían aquellos yankys...Eran vagabundos de un dharma sin patria, soñaban despiertos y vivían bajo los efectos de los grumos prohibidos. Una América un tanto a medias, donde los negros eran el otro continente, un continente sonoro, golpeado, solapado...pero imposible absolutamente seguir viviendo sin descubrir el germinativo ritmo que jamas el hombre blanco había imaginado. De pronto los muchachos del Oeste armado, descubrieron que tenían culo, y que menearlo era mucho mas que sentarse en un tren que atravesaba América genocida, sin herencia, orgullosa y estúpidamente juvenil. Todos estos amigos nuestros, la generación beat, se fueron a vivir a las calles negras donde el jazz zurraba la badana a los bien pensantes, puritanos, cuáqueros-protestantes.


LO QUE DEBES SABER PARA SER UN POETA 

todo lo que puedas sobre los animales como personas. 
los nombres de árboles y flores y malas hierbas. 
nombres de estrellas, y los movimientos de los planetas 

                                                                              y la luna.


tus seis sentidos, con una mente alerta y elegante. 

por lo menos una clase de magia tradicional: 
adivinación , astrología, el libro de los cambios, el tarot; 

sueños 
los demonios ilusorios y los resplandecientes dioses ilusorios; 

besar el culo del diablo y comer mierda; 
joder con su verga peluda y rijosa 
joder con la bruja, 
y con los a´ángeles celestiales 
                                                     y las doncellas perfumadas y doradas--


y luego amar lo humano: esposas y amigos. 

juegos infantiles, historietas, goma de mascar, 
y lo extraño de la televisión y los anuncios. 

trabajar, largas horas áridas de trabajo insípido y aceptado 
y vivido y amado finalmente.
                                               Agotamiento,
                                                               hambre, descanso. 

la libertad loca de la danza, éxtasis 
el peligro real.
                                                      la apuesta
.                                                                       el borde de la muerte.


Qué decir, todavía



Leyendo las páginas de prueba tipográfica de los Poemas completos de Laughlin
con miras a 
escribir un comentario,
qué 
afectuosamente habla J. de Pound,
          
recuerdo un momento cuando…–
A los veintitrés me sentaba en una cabina de vigía con un viento gris
      azotando
en el extremo  norte de las 
Cascadas del norte,
por encima de  rocas y hielo, preguntándome
          si debería ir a visitar a Pound a Santa Elizabeth.
Y estudié chino en Berkeley, fui a Japón, en cambio.
J. expresa su amor  por las mujeres,
su amor por el amor, su dedicación , su haber causado el dolor,
          allí mismo.
Tengo 63 años ahora,  y voy de camino a recoger a mi hijastra
     de diez años y conducir el 
automóvil;
acabo de terminar una carta de cinco páginas para los supervisores del condado
     con relación a un supervisor
anterior,
          ahora perteneciente a un grupo de presión política pagado,
que ha tergiversado los hechos, a quien le pagan por  sus mentiras. ¿Tengo que tratar con este canalla? Sí.
El manuscrito de James Laughlin está en mi escritorio.
Anoche a altas horas leyendo sus poemas nítidos-
y el volumen de Burt Watson de las traducciones de Su Shih,
          próximo en la cola para un comentario en la solapa.
Calor de septiembre.
El Instituto Watershed se reúne,
         para organizar más trabajo con B.L.M.
Y tenemos visitantes de China, ingenieros forestales,
       que quieren ver cómo nosotros los palurdos,  seguimos con nuestro
       plan.
Los editoriales del periódico  están en contra nuestra,
       un botánico está examinando las plantas raras de los pantanos.
Pienso en  cómo J. escribe historias de sus amantes en sus poemas–
       pone mucho,
       me llega al alma,
¿Tan imprudentemente atrevido –tonto–?
para escribir tanto de sus amantes
cuando llevas casado tanto tiempo. Después pienso,
¿qué sé yo?
          Sobre qué decir
          o no decir, qué contar, o no, a quién,
          o cuándo,
          todavía.

En memoria de James Laughlin   (1993)
           
Gary Snyder (1930, San Francisco, Estados Unidos de Norteamérica)
De: el adelantado de Indiana
Traducción: Emilia del Río

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