DaDÁ 1Oo: Centenario de una proclamación sin pretensión. Por Nicolás López-Pérez
DaDÁ 1Oo: Centenario de una proclamación sin pretensión
Nicolás López-Pérez
Publicado en Prosopofía para Perros, 8 de Febrero de 2016
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Una aclaración previa. En este texto utilizaré el ruido “DADÁ” en lugar de dada-ismo por respeto a las canas que los gusanos han cenado.
¿Cuáles son los lugares comunes que recuerdan a DADÁ? Las escuelas lo enseñan como parte de las vanguardias literarias (del siglo XX). Mentes más robustas podrían decir que DADÁ tiene que ver con algunas particulares piezas de bricolaje (collage) sin orden ni norma. Aunque es más que eso.
Hace cien años que el Cabaret Voltaire, principal lugar de reunión (no el único) de los soldados de DADÁ (tampoco quisiera decir “dadaístas”) abrió sus puertas. Montado como
cabaret, en el sentido prístino de la palabra (como lugar de entretenimiento a partir de performances de poetas, bailarinas,
artistas misceláneos, entre otros bohemios), en la ciudad de Zürich, Suiza. El Cabaret Voltaire fue un nicho de creatividad desenfrenada, contraculta y recluida a un territorio donde la paz reina. Pero DADÁ no es neutral como Suiza, ¿o sí? También se dio en Nueva York, Berlin y París como tal. Vale decir, se apreciaron manifestaciones similares con un mismo concepto artístico y creacional o en eso se pusieron de acuerdo los historiadores del arte que publican en Taschen y otras editoriales similares (consenso ‘científico’, qué más da).
Hugo Ball, uno de los DADÁ pioneros, en el manifiesto que leyó a los asistentes al Cabaret Voltaire el 14 de Julio de 1916 dijo que: “Dadá es una nueva tendencia en el arte. Uno puede decir esto desde el hecho que hasta hoy nadie supo nada acerca de eso y mañana todos en Zürich estarán hablando de eso. Dadá viene del diccionario”. Ciertamente, DADÁ es una tendencia en el arte, pero que rehúye de la reductibilidad conceptual. A todos se les olvidó que los vecinos tomaron la bastilla hacía 125 años.
DADÁ tiene una obsesión con la palabra. No solo la palabra tiene su historia, un contenido y un sujeto que pudo proferirla y purificarla al mismo tiempo. La palabra convierte a las cosas en lo que son. DADÁ participa indirectamente de la revolución filosófica que comenzó en 1879 en el sector central-oriental de Europa con la Begriffschrift (Conceptografía) del matemático alemán Gottlob Frege. Esto se extendería a las más prestigiosas universidades del mundo. A Cambridge con los filósofos Bertrand Russell, G. E. Moore y Ludwig Wittgenstein. A Oxford, posteriormente con el trabajo de J. L. Austin y P. F. Strawson. En la jerga académica, en los años sesenta, esto fue bautizado con el nombre de “giro lingüístico”. Con este vuelco en la filosofía occidental, los problemas metafísicos y epistemológicos sobre las cosas se transformaron en asuntos sobre el lenguaje y las maneras con las que nos expresamos.
DADÁ no supo de eso, solo vio en el lenguaje una forma de romper con las cadenas de los tiempos post+modernos. Con la revolución industrial, el imperialismo y la consolidación de los Estados, se pavimentaría la senda que las sociedades seguirían a lo largo del siglo XX y que actualmente se presenta. El mundo escuchó el canto de las sirenas capitalistas y fue lanzado al pozo de la alienación. Las sociedades están constantemente sujetas al empobrecimiento espiritual y creativo en favor de un (i)limitado enriquecimiento material. DADÁ se anticipó, indirectamente, a la liberación de los espíritus que más que ansiosos de pensar y crear, estaban condenados a testimoniarse en formas y figuras que otros puedan bien entender. DADÁ perpetúa el castigo original. Aunque es un infierno mucho menos doloroso que el que la dictadura de producción+consumo le ha entregado a estos tiempos.
“¿Por qué un árbol no puede ser llamado Pluplusch y Pluplubasch cuando ha estado lloviendo?” La inocente especulación de Ball nos incita a pensar cómo estamos sometidos al lenguaje. Éste nos pertenece, delimita los mundos posibles para actuar, incluso hoy es una preocupación de primer orden.
DADÁ se manifiesta antropomórficamente en plena primera guerra mundial. El mundo sufriendo por la extensión de los límites del “afuera”, lo que mejor se cree que es poder. Y no, el territorio que se puede conquistar es el “adentro”. Comenzar por la palabra y luego por el individuo. No para olvidar cualquier gobierno exterior, sino que para dirigir el curso de la vida. Vivir puede irse con la corriente del dominio de las cosas y de los otros.
DADÁ hombres+mujeres no le dieron importancia a las ventas de su trabajo ni tampoco a la inutilidad de la creación en esos tiempos. Sí a las ensaladas de palabras, obscenidades y todo desperdicio imaginable que provenga del lenguaje. Pienso en las instrucciones del multifacético rumano Tristán Tzara para hacer un poema –susceptible de ser clasificado como- DADÁ: “Coja un periódico. Coja unas tijeras. Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema. Recorte el artículo. Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa. Agítela suavemente. Ahora saque cada recorte uno tras otro. Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa. El poema se parecerá a usted. Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo”. Según el filósofo alemán Walter Benjamin, el propósito de DADÁ fue, primero que todo, violar al público.
Entretener a la gente, una consecuencia de las noches al alero del Cabaret Voltaire. Un fumadero de opio, quizás. Un garito para entregarse a la embriaguez licenciosa de la mente. Un lupanar para tener orgías imaginarias con máquinas deseantes de libertad. O un reducto para ser todos y nadie al mismo tiempo. DADÁ incentiva al solipsismo. También llama a una nueva forma de humor y crítica de los órdenes establecidos, aunque dista de ser revolucionaria. Es más bien burguesa, pero solo porque permanece en la ingravidez de una acción popular. La incomprensión del vulgo, no buscando llegar a masas. La enfermedad de la contracultura que alimenta el espíritu y no flaquea ante los círculos voluntariamente cerrados en que todo se manifiesta. Parece ser que todo está bien como está, mientras podamos masticar el crack de las palmeras en un oasis plagado de animales iguales a mí.
El olvido de la realidad y las vacaciones temporales de la alienación son impresiones al sumergirse en DADÁ. Cuando este movimiento se conoció más, se habló de la situación europea. Secularización, el modelo atómico de Niels Bohr y el explosivo aumento demográfico, han desintegrado las libertades que se alcanzaron en los primeros tiempos del mundo. Cada día la brecha entre libertad y esclavitud se agiganta más. Aunque hoy tenemos la sublime pugna bélica entre yihadistas y occidentales, las expediciones a Marte y el vertiginoso crecimiento exponencial de los flujos migratorios.
DADÁ ha enviado un mensaje al mundo: busquemos lo que es esencial y lo que es espiritual, lo que aún no ha sido profanado. Cien años después, la situación sigue igual y esto debería tener más sentido. No nos han profanado el conocimiento ni el saber. No desestimemos el mensaje de los burgueses desarraigados de su tiempo solo por ser tales. En su contexto, había que no tener carencias para poder pensar con claridad y fuera de las paredes institucionales a las que se quería aspirar. Hoy, gracias al aumento de la tecnificación de la sociedad con la considerable oferta de universidades, esto se abre para sectores más vulnerables. DADÁ es más que un capricho de mozalbetes acomodados. DADÁ no es una religión tampoco política, moral o derecho. DADÁ quiere comprender a lo humano, a la imperfección tras el mordisco de la manzana prohibida, al sorprendente eslabón perdido asesinado por los celosos aventajados y los irracionales involucionados, al meteorito que cayó donde Agar dio las siete vueltas, al mesías aniquilado por un escéptico puñado de hipócritas y a la composición del universo.
DADÁ es la verdadera base de la esperanza en el conocimiento y el entendimiento. Aboga por una absoluta individualidad y una libertad creativa. No le preguntes que pasará cuando la libertad plena sea alcanzada, DADÁ creerá que es de mal gusto hacer preguntas contrarevolucionarias. DADÁ no quiere la desobediencia, pero tendrá que tolerar un poquito el margen que se le ponga al derecho.
DADÁ estaba ahí incluso antes de su propio concepto, algo que ni siquiera el derecho, el gobierno y la sociedad hicieron. La existencia y la im+permanencia elevadas al estatus de la historia. Ante todo, DADÁ es azar y voluntad.
DADÁ te quiere libre. Aunque en estos tiempos podríamos tomarnos vacaciones de la realidad siempre que el trabajo lo pueda y volver de las mismas sin un dolor de cabeza. Eso es, estar a solas con el pequeño dios que todos llevamos dentro. Cuando el éxtasis de la revolución llegue, esperemos que los DADÁ soldados estén en condiciones de salir a pelear.
DADÁ ha guardado silencio público durante cien años. Solo se remite a creaciones oblicuamente inspiradas en sus primeras manifestaciones. Hay mucho de eso en el siglo XX, que de no haber sido terrible, no habría sido.
Aprovechemos la globalización y el surgimiento del homo digitalis para que DADÁ viva en cada uno de los rincones ya no como ficción literaria y obras inmanentes, sino que como reducto cotidiano de una comunidad. A su regreso, DADÁ partirá por seducir a la intuición humana.
Algunos cuestionan el sentido de DADÁ, ¿por qué prestar atención a burgueses o simplemente personas que realizan cosas que comúnmente son vistas como absurdas? Pregunto a ellas: ¿si DADÁ no tuvo sentido, por qué aún se estudia y recuerda? ¿Por qué aún existe? DADÁ soldados, unidos jamás serán vencidos por el tiempo. Dicen que DADÁ es un movimiento anticuado. Sí, lo es, como tantas cosas en el presente. Y el absurdo es la única realidad. Todos tenemos, tuvimos o tendremos un instante en el lado oscuro de DADÁ.
El que escribe ha observado con detención los propósitos e intenciones de DADÁ y se convence que hay que lanzar un balde de pintura sobre las cabezas que famélicas se han suicidado en la antesala del hastío. El infierno confina a los seres a ser funcionales a la pirámide social. Déjemos que nuestras cabezas sean un revólver que dispare vomito violentamente frustrado sobre los oídos de los cerebros congelados. ¡BANG BANG!
Cierro este ejercicio prosopófico (y culterano) con un modesto silogismo coloquial.
“Nada puede escapar al destino
Nadie puede escapar a DADÁ
Tan solo DADÁ puede hacerle a usted
escapar al destino.”
Este texto debió ser escrito y publicado el viernes 5 de febrero. DADÁ disculpas.