miércoles, 19 de febrero de 2020

Miguel Escanciano se fue en busca de nuevos soles

Miguel Escanciano se fue en busca de nuevos soles | Tam-Tam Press



Esta madrugada el artista Miguel Escanciano (León, 1953) abandonaba esta vida para comenzar otra nueva. Fallecía de madrugada este miércoles 19 de febrero y nos dejaba en el aire su perfil renacentista. Poeta, músico, pintor, diseñador, actor, su trayectoria estuvo salpicada de los distintos retos que le ofrecía su talento e instinto multidisciplinar, a veces en tiempos raros y extraños en los que se aferraba a la vida como un cuaderno desprendido.
En los años setenta formó parte de los grupos de teatro independiente Grutélipo y Experimental 5. Y a mediados de esa década, en 1974, fundó con Julio Llamazares, José Carlón y Mercedes Castro, el grupo de poesía ‘Barro’. Colaborador en distintas revistas de poesía  como ‘Margen’,  ‘Cuadernos Leoneses de Poesía’ y ‘Fake’, más recientemente, en 1987, consiguió un accésit en el Premio Seráfico de Poesía de Alicante con el libro de poemas ‘Hylas. Prólogo a un sueño’. Fue un premio muy agradecido por Miguel que vio publicado en 2008 este poemario de la mano de Jesús Palmero y Cristina Pimentel, editores de Marciano Sonoro Ediciones, con el título de ‘Hylas. Al sur de la mirada’. El poema bio/gráfico ‘El libro de las hojas, las flores y los peces’, editado por la galería Ármaga en 2014, fue su última publicación.
Sin embargo sus orígenes se encuentran en la música folk, primero con el grupo ‘Chusma’ y luego como cantautor también en la década de los setenta. Participó en los festivales más importantes de la historia de la transición política española, entre otros Día de la Cultura de Gijón, con el mítico José Afonso en 1974, Festival de las Autonomías y Festival da Liberdade en 1976, así como en distintas ediciones de Villalar de los Comuneros. En 1984 grabó Banderas de Abril, una de las canciones más emblemáticas de la Comunidad, recogida en un disco del mismo nombre editado por el sello discográfico DRO.
En 1994 publicó De claveles y puñales. Con el cambio de milenio, en el 2000, Canciones de los tiempos vividos. Y en el 2008 Cantando al Gardel del Malevaje, que fue una de sus últimas citas con la música, un concierto en Ambasaguas de Curueño.
Además de la música, la poesía, y el diseño —fue uno de los fundadores de la Escuela de Diseño e Imagen para la Moda de España en la capital leonesa— la pintura fue otra de sus facetas destacadas. En los últimos años varias exposiciones en la galería Ármaga le brindaron la ocasión de sentirse día a día un poco más vivo  “No tengo energía para enfrentarme a ciertas actividades, no tengo energía para emprenderlas, y he tenido que renunciar a algunas de ellas, como la música. Pero si puedo enfrentarme a una cuartilla y dibujar, o seguir el ritmo de las teclas o escribir un poema”, explicaba en una entrevista en esta misma revista sobre su pintura más poética: ‘Jardines Metafóricos’.
Y a la pregunta sobre su poliédrica personalidad respondía:
—Nunca he estado centrado en una mismo asunto, me ha gustado más dispersarme y cuando estaba saturado de una única actividad entrar en otra. A lo mejor es la forma de coincidir con la gente del Renacimiento, que tenía habilidades para ejecutar diversas disciplinas. Y en ese sentido puede que tenga más exaltado el espíritu mediterráneo del Renacimiento, pero ha sido, sobretodo, porque estar sometido a una sola disciplina durante un determinado tiempo me cansa, y por eso he variado de actividades. A veces he tenido cierta vergüenza de mostrar estos cambios, porque la gente puede decir ya está aquí éste, además de artista, poeta…, y no son capaces de ver que es una necesidad vital, me gusta expresarme de todas las maneras posibles. Yo creo que todo está interrelacionado, si lees mi poesía ves en ella elementos mitológicos que los tiene también mi pintura, la naturaleza… y creo que también mi obra tiene ritmo, hay música. La estructura de un compás es también llevada a la obra; con los espacios vacíos que se crean, se crean nuevas composiciones.
El poema biográfico ‘El libro de las hojas, las flores y los peces’, que reproducimos a continuación, es uno de los últimos que publicó Miguel Escanciano. Con él queremos rendir desde Tam Tam Press un pequeño homenaje a un artista poliédrico y a un gran amigo.

De ‘El libro de las hojas, las flores y los peces’. Miguel Escanciano

Obra de Miguel Escanciano, de la exposición “Jardines metafóricos”.
I
En el tiempo de las hojas, las flores y los peces,
yo vivía en una nube.
Desde aquel cúmulo oteaba los otoños abatidos,
las densas, rutilantes y coloridas primaveras
y, en rotación constante sobre las esféricas peceras,
permanecí en contacto directo con los días:
sus diversos soles, sus cambiantes lunas
y sus rutinarios ciclos de las aguas.
Dancé conectado al universo en los garajes de la vida, los quirófanos,
y he vencido a más de un tercio de esta década.
Nada de esto es extraordinario,
somos tantos los que ansiamos mantenernos en el suspiro
repasando mil imágenes, por ejemplo, en blanco y negro,
igual que en los antiguos noticieros,
evocadores de cines desahuciados,
para asirnos como cuadernos desprendidos,
bien sea en los viejos,
o en los contemporáneos libros.
II
Hojas.
Hojas
y brotes que surgen de los tallos para crear nuevas hojas.
Hojas que semejan corazones
y hojas que se elevan hacia el cielo.
Hojas como hombres,
¿hombres, o simplemente hojas?
‘Campo de refugiados’. Serie Jardines Metafóricos. MIguel Escanciano.
III
Eclosionan impacientes las extravagantes flores.
Flores incendiadas de soberbia,
flores de un edén o paraíso incierto.
Hay hojas que humillan a las flores
y hojas que protegen los retoños.
Flores como hembras desdichadas,
hojas que son flores.
Vainas germinadas como flores,
flores que anteceden a las vainas.
Flores que se enredan o se rizan.
Flores,
algas y flores.
IV
No estoy en la pecera,
simplemente, trazo círculos
mientras espero nuevos soles.
Algunas veces me elevo, vuelo,
como tantos otros, al unísono, al mismo tiempo,
porque no es bueno estar solo
y la herida es una trampa.
Por todo esto, creo en lo imposible
y lo imposible es nada,
nada.
Nada.
Miguel Escanciano. Fotografía: Camino Sayago.

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