viernes, 6 de diciembre de 2019

ESCRITO A CIEGAS, de Martin Adán

ESCRITO A CIEGAS

¿Quieres tú saber de mi vida?
Yo sólo sé de mi paso,
De mi peso,
De mi tristeza y de mi zapato.
¿Por qué preguntas quién soy,
adónde voy?… Porque sabes harto
Lo del Poeta, el duro
y sensible volumen de ser mi humano,
que es un cuerpo y vocación,
sin embargo.
Si nací, lo recuerda el Año
Aquel de quien no me acuerdo,
Porque vivo, porque me mato.
Mi Ángel no el de la Guarda.
Mi Ángel es del Hartazgo y Retazo,
que me lleva mi término,
tropezando, siempre tropezando,
en esta sombra deslumbrante
que es la Vida, y su engaño y su encanto.
Cuando lo sepas todo…
Cuando sepas no preguntar…
Sino roerte la uña de mortal,
entonces te diré mi vida,
Que no es más que una palabra más…
La toda tuya vida es como cada ola:
Sabe matar,
sabe morir,
y no saber retener su caudal,
y no saber discurrir y volver a su principio,
y no saber contenerse en su afán…
Si quieres saber de mi vida,
vete a mirar al Mar.
¿Por qué me la pides, Literata?
¿Ignoras acaso que en el Mundo,
todo de nadas acumuladas,
de desengrandar infinitudes,
no sino un trasgo
eterno, sombra apenas de apetito de algo?
La cosa real, si la pretendes,
no es aprehenderla sino imaginarla.
Lo real no se le coge: se le sigue,
y para eso son el sueño y la palabra.
¡Cuídate de su atajo!
¡Cuídate de su distancia!
¡Cuídate de su despeñadero!
¡Cuídate de su cabaña!
¿Quién soy? Soy mi qué,
Inefable e innumerable
figura y alma de la ira.
No, eso fue al fin… y era al principio,
antes de donde el principio principia.
Soy un cuerpo de espíritu de furia
asentada y de aceda ironía.
No, no soy el que busca
el poema, ni siquiera la vida…
Soy un animal acosado por su ser
que es una verdad y una mentira.
¡Es tan simple mi ser, y tal ahogo,
con punzada en nervio y carne!…
Yo buscaba otro ser,
y ése ha sido mi buscarme.
Yo no quería ni quiero ya ser yo,
sino otro que se salvara o que se salve,
no el del instinto, que se pierde,
ni el del entendimiento, que se retrae.
Mi día es otro día,
algún no sé dónde estarme,
a dónde no sé ir en mi selva
entre mis reptiles y mis árboles,
libros y cementos
y estrellas de neón.
Mujeres que se me juntan como la pared y como nadie…
…….o como madre,
y el recién nacido que sobre mí llora,
y por la calle
todas las ruedas
reales y originales.
Así es mí día cabal,
hasta la última tarde.
El Otro, el Prójimo, es un fantasma.
¿Existe el aire
donde te asfixias y recreas
respirando, tu cuerpo inane?
¡No, nada es sino la sorpresa
eterna de tu mismo reencontrarte
siempre tú los mismos entre los mismos muros
de las distancias y de las calles!
¡Y de los cielos estos techos
que nunca me ultiman porque nunca caen!
Y no alcancé al furor de lo divino,
ni a la simpatía de lo humano.
Lo soy y no lo siento ni así me siento.
Soy en el Día el Solitario
y el absoluto en la Zoología si pienso,
o como carnívoro feroz si agarro.
¿Soy la Creadura o el Creador?
¿Soy la Materia o el Milagro?
¡Qué mía y qué ajena tu pregunta!…
¡Quién soy? ¿Lo sé yo acaso?
¡Pero no, el Otro no es!
¡Sólo yo en mi terror o en mi orgasmo!
¡Y con todos mis sueños resonados,
y con toda la moneda recogida,
y con todo mi cuerpo, resurrecto
tras cada coito, ciego, vano, sin pupila!…
¡Cuando no seas nada más que ser,
Si llegas a la edad de la agonía!…
¡Cuando sepas, verdaderamente,
que es ayuntamiento de muerte y vida!…
¡Entonces te diré quién soy,
seguro sí, que ya sin voz, Amiga!
Que se curan con hierbas eficaces
los puros animales que hablan
allá, entre piedras inmateriales
el mundo real y la ciencia humana,
donde, con una pelota
los muchachos aparentes hediondos gozaban.
Sí, la vida es un delirio así, sin embargo,
en esa vida no estuvo mi nada,
ninguna, pero real, pero celeste o volcánica.
¡Qué parte llega el tiempo
a su punto de olvido o de sensibilidad!
Viene arrastrando, como el aluvión,
de cúmulo, de suelo, de humanidad.
¡Cuán a destiempo llega uno a sí mismo!
¡Cuán inesperado y desesperado cualquier ya,
todo yo que cae con el Tiempo
desde nunca siempre y para siempre jamas!
¡Qué madrugada eterna no dormida
lo del resolverme en el hacer y en el pensar!
La soledad es una roca dura
contra la que arroja el Aire.
Está en cada pared de la Ciudad,
cómplice, disimulándose.
Me arrojo o me arrojo, sin cesar
yo soy mi impedimento y mi crearme.
La Poesía es, amiga,
inagotable, incorregible, ínsita.
Es el río infinito
todo de sangre,
todo de meandro, todo de ruina y arrastre de vívido…
¿Qué es la Palabra
sino vario y vano grito?
¿Qué es la imagen de la Poética?
Sino un veloz leño bajo un gato írrito?
Todo es aluvión. Si no lo fuera,
nada sería lo real, lo mismo.
El amor no sabía
sino tragarse su substancia
y así la Creación se renovaba.
Todo me era de ayer, pero yo vivo;
y a veces creo, y la Vez me amamanta.
No soy ninguno que sabe.
Soy el uno que ya no cree
ni en el hombre,
ni en la mujer,
ni en la casa de un solo piso,
ni en el panqueque con miel.
No soy más que una palabra
volada de la sien,
y que procura compadecerse
y anidar en algún alto tal vez
de la primavera lóbrega
del ser
no me preguntes más,
que ya no sé…
Supe que no era lo que no era, no sé cómo, y todo era
hasta la cosa de mi nada.
Y fui uno no sé cuándo,
Persiguiendo, por entre numen y maraña
Dentro de ella, yo, nacido y flaco, ya con todas las armas,
yo por todo paso que me hacía,
a ello persiguiendo… a la palabra
a cualquiera,
a la de la madriguera o a la que salta.
Si mi vida no es esto
¿Qué será la vida?… ¿Adivinanza?…
Que me dé tiempo el Tiempo, a más del suyo,
y yo me reharé mi eternidad;
lo que me falta,
porque la eché… me estuvo un momento demás.
¿Sabes de los puertos encallados,
del furor y del desembarcar,
y del cetáceo con mojadísimo uniforme,
que no nada y cae ya?
¿Sabes de la ciudad tanta,
que me parece ciudad,
sino cadáver disgregado,
innumerable e infinitesimal?
Tú no sabes nada;
Tú no sabes sino preguntar,
Tú no sabes sino sabiduría
Pero sabiduría no es estar
sin noción de nada, sino proseguir o seguir
a pie hacia el ya.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Amor, sexo y poesía: 6 mujeres confesándose a la luz de los versos

Amor, sexo y poesía: 6 mujeres confesándose a la luz de los versos - Infobae

Amor, sexo y poesía: 

6 mujeres confesándose 

a la luz de los versos

¿Un poema es una confesión? En cinco libros editados recientemente, las autoras hacen de este género el terreno ideal para liberarse de ataduras —algunas sociales, otras personales— y proyectar nuevos sentidos


“Lo que hice con tu cepillo de dientes cuando me dejaste y otros poemas de amor” de Mavi Massaro y “Romance Revolución” de Jazmín López y Dorothea Lasky
“Lo que hice con tu cepillo de dientes cuando me dejaste y otros poemas de amor” de Mavi Massaro y “Romance Revolución” de Jazmín López y Dorothea Lasky
En algún momento de la historia, la poesía descendió al inframundo de la inutilidad. Siempre estuvo ajena a las necesidades del capital, siempre se deslizó por los canales oníricos, siempre fue un no-instrumento, pero en algún momento de la historia se la degradó al nivel de lo inútil. ¡¿Y qué mejor, para un poeta, que escribir sin la más mínima proyección de nada?! “Voy a ocultarme en el lenguaje”, decía Alejandra Pizarnik y se zambullía en las refrescantes aguas del verso, lentamente, de a poco, pero con mucha decisión. Cuando nadaba dentro de la poesía, lo demás no importaba.
La filósofa francesa Michèle Riot-Sarcey hace una distinción entre el siglo XIX y el XX que permite comprender mejor el desplazamiento de la poesía: el siglo XIX es el siglo de la utopía —y podríamos agregar del romanticismo— y el siglo XX es el de la distopía y de la ideología. Durante el XIX, con la llegada de la Modernidad, el poetas simbolistas indagaron sobre la ambivalencia del progreso y la razón, pero a partir del siglo XX —y con el descubrimiento freudiano del inconsciente quemándonos por dentro— la poesía vira hacia un interior subjetivo asombrosamente oscuro.
Es allí cuando empiezan a tomar fuerza las poetas mujeres, que transforman al estigma de la inutilidad poética en bandera explotando una serie de sentidos invisibilizados. Anne Sexton y Sylvia Plath son dos referencias posibles; de este lado del mapa, Pizarnik, sin dudas. Pero ahora, en el siglo XXI, ¿cómo continúa esa tradición? La tercera ola del feminismo dio aún más impulso a las autoras que dejaron de ser traficantes de sentidos rosas en un mundo celeste para disputar la centralidad de igual a igual… y ganarla, si es que se puede hablar en estos términos dentro de la poesía.
Comer fuego
¿Un poema es una confesión? En Romance Revolución, un extraño poemario en prosa editado por Mansalva, que por momentos asume el juego de una poética casi ensayística, Jazmín López Dorothea Lasky aseguran que sí. “La poesía es ese lenguaje que hace posible un modo de pensamiento complejo, poroso, poderoso”, aseguran en este texto escrito a cuatro manos. Un libro breve dividido en dos partes —“Y yo nunca hablé con Warhol” y “El tiempo, la rosa y la luna”— que navega sobre la idea de que el enamoramiento es una forma revolucionaria que, por lo tanto, puede derivar en nuevas formas de pensar el mundo.
La poesía, con el objetivo de “lanzar imágenes al estómago que nos cueste digerir”, propone “maneras de manifestar que nos sacan de lo adecuado”. De ahí, a la radicalidad. “No, no soy una feminista radical, y si lo soy poco importa mi ser. Ni siquiera sabés si quien escribe es una mujer o la otra, o las dos, o todas juntas”, se lee. “Tengo el corazón en la punta de todos mis dedos a la vez”, es uno de los fragmentos más poéticos. En este libro, el sexo (“sexo ante lo crudo”) y el amor se trenzan en un deseo: “Que mi boca aprenda a comer fuego”.
“La novela de la poesía” de Tamara Kamenszain
“La novela de la poesía” de Tamara Kamenszain
Tu moral es mi tanga
Si toda confesión implica un cambio, es decir, pasar por el lenguaje una verdad para radicalizarla, entonces Puta poesía es movimiento. Nina León nació en Formosa hace 33 años como Natalia Canteros. Es periodista y militante, y desde 2017, trabajadora sexual. Este libro editado por Paula Jiménez España es su primer poemario. ¿Y de qué trata Puta poesía? Si habría que escribir una palabra clave para que el algoritmo la reproduzca sería sexo. “La poesía de Nina está parada y mojada al mismo tiempo. Te la mete y se la come en un solo un verso”, escribe Juan Sklar en el prólogo. Un anticipo de lo que sigue.
El primer poema dice así: “Nací masturbándome / con la izquierda / mientras escribía con la derecha / lo que repetía mi cuerpo mojado: / escuchate, / escuchate”. El sexo está en primer plano, como el río central que abastece a los afluentes: los clientes, el amor, la familia, un lesbianismo precoz, un abuso sexual infantil, la relación entre saliva y plusvalía, el sindicato de las hormonas, algo de redes sociales, mucho cuerpo, el asco, el placer y la sed eterna y descarada. “Te sedujo / verme cambiar de piel / y ahora te da miedo”, se lee, y también: “Tu moral / es mi tanga. / La lamo”.
Desesperación y levantarse
Lo que hice con tu cepillo de dientes cuando me dejaste y otros poemas de amor. Así se titula el primer libro de Mavi Massaro que acaba de publicar Halley Ediciones. Se lee de corrido, sin pausas ni intervalos. Es un poemario sobre la desesperación del desamor y su intensidad. “Y vos ya no me querés / así que me conformo / con hacer amenazas de bomba / en tu trabajo”, se lee. También: “Entonces no sé si escribirte / o comprarme medialunas / o masturbarme / o esperar un poco más / pero decirte que tengo ganas / de arrancarte la ropa / lamerte los huevos / ser bien sucia / y que me desarmes / con tu lengua”. Y también: “A estos poemas / les falta / tinder / y le sobran / adornos”.
Es la metamorfosis desesperada de un corazón hecho trizas que se desliza con violencia de un estadío a otro: del dolor al despecho, al “estoy de novia conmigo”, a extrañar, a la desesperación, a escribirle “al primero que me devuelva lo puta”, al llanto, al duelo, a la siempre ilusoria sensación de estabilidad emocional. “El amor es un robo / y el tuyo / me dejó en pelotas”, escribe Mavi Massaro y construye la idea —algo incómoda para esta época de control y contratos de responsabilidad sexoafectiva— de que el amor es deseo e incertidumbre y requiere de cierta valentía para aceptarlo, aunque salga mal, aunque termine volteándonos. Después, tocará levantarse. Es parte de la vida.
“Puta poesía” de Nina León y “Mal abrigada” de Paola Soto
“Puta poesía” de Nina León y “Mal abrigada” de Paola Soto
Escribir es ventilar
“¿Será entonces que cuando escribo yo ventilo / las quejas, las falencias, las taras / que aparecen y desaparecen al ritmo / de mis sucesivos análisis?”, escribe Tamara Kamenszain en El libro de los divanes, su último libro de poesía, publicado en 2014. No es su último libro, el ensayo de 2018 titulado El libro de Tamar lo es. Kamenszain es una destacada ensayista aunque también una de las grandes poetas de la Argentina. Este año, la editorial Adriana Hidalgo Editora reeditó su poesía completa sumando El libro de los divanes bajo el título de La novela de la poesía. En los versos recién citados hay una clave para pensar la poesía como confesión: escribir es ventilar.
En las casi quinientas páginas de La novela de la poesía se deslizan postales cotidianas, muchas urbanas, muchas sociales, otras tantas personales e introspectivas, siempre ingeniosas, guiadas por tan su singular yo lírico. Es el trabajo de toda una vida y esa intensidad se palpa. En su primer libro, De este lado del Mediterráneo, se lee en el poema en prosa titulado “Retorno”: “Todo es eterno porque el tiempo que pasa no importa, él está señalando siempre el fin de los tiempos que es el presente, que es este aire cálido y liviano que entra ahora por las ventanas de todas las casas de Buenos Aires mientras en Dinamarca llueve demasiado y en Egipto están las pirámides que miran hacia el sol señalándolo”.
Mi incendio tocando tus hielos
En Mal abrigada (Valparaíso ediciones), la venezolana Paola Soto bordea la falta, ese vacío que nos repliega hacia nosotros mismos. En el prólogo, Elvira Sastre define este libro como “un pase sentimental por Buenos Aires” donde “el lector se quita la ropa y recorre sus caminos”. No miente: la sucesión de los 56 poemas titulados por su número construye un recorrido que reinterpreta, al igual que el poemario de Mavi Massaro, el despecho romántico. “Cuánto caos / es sólo mi incendio tocando tus hielos. / Ya pasará”, se lee en las primeras páginas.
Luego todo se intensifica, pero nunca pierde la mirada nostálgica de lo que fue ese amor que ya no es, y la tristeza constitutiva de esta voz poética. “Me estoy rompiendo / sólo para ver / qué me hiciste por dentro”, escribe Paola Soto, y también: “No te vayas a morir ahora / que sabemos / que todo se arregla”. Hay un leve optimismo que se desarma cuando observa que, mientras realiza su confesión a la luz de los versos, no sólo ella cambia, también el destinatario de ese amor y, por sobre todas las casos, el mundo. Y ahí se provoca la gran transformación. ¿Acaso somos los mismos después de confesarnos?