miércoles, 8 de febrero de 2017

Las Voces Del Silencio: LA NAVAJA DE PADRE ( Poemas sobre la navaja)

Las Voces Del Silencio: LA NAVAJA DE PADRE ( Poemas sobre la navaja): Retrato en sepia.- 1 Aprendices de navajero en una fábrica de Albacete. Ni siquiera la blusa -uniforme del gremio- po...







LA NAVAJA DE PADRE ( Poemas sobre la navaja)

Retrato en sepia.-



1

Aprendices de navajero

en una fábrica de Albacete.





Ni siquiera la blusa -uniforme del gremio-

podían permitirse en aquél tiempo

los niños aprendices. Cuchilleros

de humilde condición, de inmaculados

ojos que se iniciaban en la industria

de aquella profesión. Ingeniería

nacida del ancestro como nacen

de un primer corazón las emociones

que después se transmiten en impulsos,

en vaharadas de sangre, eternamente.

Cuchilleros de sombras

-ni siquiera una luz anticipando

la claridad del día-, aprehendiendo

el sentido de aquella laboriosa

manera de ser alguien, afilando

el acero, a la vez que el instinto

daba forma a sus sueños de muchachos.



















2



La navaja de padre.-



I



No recuerdo a mi padre sin navaja.

Yo era pequeño, y ella,

un artefacto extraño

nadando entre los miedos y el asombro.

La navaja herramienta,

la navaja instrumento,

la navaja en el fondo

del pardo pantalón de mis recuerdos.



II



Sonaba el clic seguro, y era el gesto

cual el de un oficiante que iniciara

un rito casi atávico.



La mano de mi padre se ajustaba

a aquellas cachas blancas, jalonadas

con visos de misterio,

mientras madre sacaba de la orza

el pan sentado y blanco.



La navaja era entonces como un cáliz

desde el que el pan llegaba hasta las manos

en aquellas mañanas invernales

de hielo y de sarmientos.





La navaja libraba soledades

y tallaba sentidas miniaturas

en las noches de abril, cuando la luna,

redonda como un sueño sin orillas,

ponía claridades en lo incierto.



Yo era pequeño, y ella tan hermosa,

que anhelaba tenerla entre mis manos

inhábiles y niñas,

preparando  las púas del injerto

con la misma destreza

de aquellas otras  fuertes y precisas

curtidas por el cierzo...



Pero era de mi padre

y era su propiedad intransferible.



Y había que crecer y hacerse un hombre

para tener derecho a una navaja

de aquellas de Albacete  tan lejano ,

que llegaban en cada nueva feria

como aves migratorias

que anunciaran faenas de vendimia

y octubres de nostalgia.



III



Hoy que el recuerdo anida en los aleros

de un tiempo de bonanza,

y mi barca navega en otros mares

y acuden las ausencias

a llenar esos huecos de añoranza

que la vida precisa

para sentirse unida a las raíces

y al hilo de lo eterno,

se asoman a mi mente las secuencias

de aquellas horas cálidas

que dejaron su herrumbre en las orillas

de tanto olvido injusto.



Y me llegan, aún entrecortadas,

pasadas confidencias

en las que se hizo brasa la palabra

y supo a pan caliente.



Hoy recuerdo aquel gesto, tan de padre,

de hacer las rebanadas sobre el pecho,

o aquella cuña firme que apuraba

las últimas esencias del caldero.



Hoy miro entre mis cosas,

-en el cajón más íntimo del alma-

y remueven mis manos viejas huellas

de todos los que fueron,

hasta encontrar aquella que rezuma

calor de amanecidas.

Y se cierra mi anhelo en ese punto

de firmeza y aplomo

sobre unas cachas pálidas de tiempo

que aún no me pertenecen.



IV



La navaja es el nudo que me enlaza al recuerdo.

Todo está igual allí, tal vez por eso

uno vuelve la vista a la pureza

de esa imagen paterna

intentando encontrar una metáfora

que describa el instante,

pero no hay dimensión donde se ofrezca

una estampa más nítida

que aquella que navega por el pulso

de una sangre caliente.

La navaja está aquí, mudo testigo

de un tiempo irrepetible

que aun despierta pasadas realidades

en el ánfora gris de la nostalgia.



3

De luces y de sombras su reflejo.-

Dejadla así: rayando la osadía;

mitad provocación, mitad belleza;

lo mismo en un arcón de la nobleza

que  en un vasar de humilde buhonería.



Dejadla así, no entréis en la porfía

de si es de superior naturaleza.

Dejad que sea su origen  la corteza

en la que talle el tiempo su grafía.



Dejad que sea el color de la distancia

el que imprima su huella en la navaja

y la invista de luz o de misterio.



Y que brote el laurel de la constancia

en la mano del hombre que trabaja

tomándose su oficio tan en serio.







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