domingo, 7 de marzo de 2010

la tea de la memoria

Silvia Loustau
Joseph Brodsky opina que quien escribe sobre su sufrimiento, de la propia catástrofe, en este caso la pérdida de seres amados; hay una escisión entre el ser que sufre y el ser que escribe. El carácter trágico no está en la muerte de las personas, sino en la imposibilidad de que el sobreviviente tome conciencia de esa muerte. En la eterna, dolorosa espera.

Entre los poetas aquí presentados tanto Juan Gelman como Glauce Baldovin han declarado haber pasado por un largo periodo ágrafo ante la aparición de los resto de sus hijos. Luego la palabra continua siendo la tea que nunca se apaga.




A Marcelo por Juan Gelman

Estas visitas que nos hacemos,
vos desde la muerte, yo
cerca de ahí, es la infancia que pone
un dedo sobre el tiempo y dice
que desconocer la vida es un error.
Me pregunto por qué
al doblar una esquina cualquiera
encuentro tu candor sorprendido.
¿El horror es una música extrema?
Las penas llevan a tu calor
cantado en lo que soñaste,
las casas de humo donde vivía el fulgor.
De repente estás solo.
Huelo tu soledad de distancia
obediente a sus leyes de fierro.
El pensamiento insiste en traerte y devolverte
a lo que nunca fuiste.
Tu saliva está fría.
Pesás menos que mi deseo,
que la lengua apretada del aire.

Los amigos por Julio Cortazar

En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de la noche se levantan
como esas voces que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.

Livianamente hermanos del destino,
dióscuros, sombras pálidas, me espantan
las moscas de los hábitos, me aguantan
que siga a flote entre tanto remolino.

Los muertos hablan más pero al oído,
y los vivos son mano tibia y techo,
suma de lo ganado y lo perdido.

Así un día en la barca de la sombra,
de tanta ausencia abrigará mi pecho
esta antigua ternura que los nombra.




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