jueves, 5 de junio de 2025

Carta a unha rapariga de Gaza | karlotti

Carta a unha rapariga de Gaza | ultramarina

Carta a la Muchacha de Gaza  

Querida hija de la arena y el hilo,  

te escribo con letras de humo y herrumbre,  

mientras tu nombre—Gaza—se deshilacha  

como una gasa que nunca alcanza 

a vendar la herida oscura del mundo.  

Antes tejían tatriz en tus venas,  

telares que cantaban bajo el sol de naranjos,  

ahora sólo queda el huso roto de los misiles,  

la urdimbre convertida en cicatriz muda

Te han robado el pan y el rocío,  

convirtieron el agua en un arma,  

la sed es un cuchillo que talla  

tu garganta y la de los que decias hermanos.  

El hambre abre zanjas en tus manos,  

mientras el mundo mira, hipnotizado,  

tu genocidio en pantallas de plasma:  

un pueblo entero desangrándose en directo,  

sus voces—pájaros sin alas—  

atrapadas en algoritmos de indiferencia.  

Gaza ya no es ciudad, es escombro que canta,  

un verso roto donde los niños juegan al escondite  

entre chatarra y sombras.  

El sol sigue naciendo, impávido,  

pero hasta la luz huye de tus calles,  

y los pájaros—como tus risas—  

anidan en cráteres.  

Y tú, muchacha de los ojos quemados,  

acaricias el vacío que dejó tu niña,  

mientras la muerte te escupe cenizas y balas.  

Entonces, entre el humo, abres la boca  

y de tu garganta nace una nana,  

un arrullo tejido con raíces y lágrimas,  

para mecer a la pequeña ausencia  

que el hierro convirtió en polvo y en brasas.

Tu canto es un puñal florecido,  

una semilla insaciable bajo las escorias,  

un grito al rojo vivo que perfora titulares y rezos.

Sabes que el mundo apagará sus pantallas,  

pero tu voz—como la gasa antigua—  

se enredará en la memoria del viento,  

y nadie podrá deshilachar tu nombre.  

Con el sol que no basta para limpiar la sangre,  

pero persiste, testigo mudo,  

firmo esta carta en tu piel de sonora dulzura  

y pregunto a ese vacío que arde:  

¿Cuándo dejarán los dioses de tejer sudarios?  

A estas alturas, Dios ha muerto o es ateo

Para la que canta donde otros sólo ven ruina.

(Diva-Braga-e-Eveline-Medeiros-02-scaled)

Carta á Rapariga de Gaza  

Querida filla da area e o fío,  

escríboche con letras de fume e ferruxe,  

mentres o teu nome—Gaza—esfiáñase  

como unha gasa que nunca atinxe 

a vendar a ferida escura do mundo.  

Antes tecían tatriz nas túas veas,  

teares que cantaban baixo o sol de laranxos,  

agora só queda o fuso roto dos misís,  

o urdime convertida en cicatriz muda

Roubáronche o pan e o resío,  

converteron a auga nunha arma,  

a sede é un coitelo que talla  

a túa gorxa e a dos que dicias irmáns.  

A fame abre gabias nas túas mans,  

mentres o mundo mira, hipnotizado,  

o teu xenocidio en pantallas de plasma:  

un pobo enteiro desangrándose en directo,  

as súas voces—paxaros sen ás—  

engalloladas en algoritmos de friura.  

Gaza xa non é cidade, é entullo que canta,  

un verso roto onde os nenos xogan ao agocho  

entre ferralla e sombras.  

O sol segue nacendo, impávido,  

pero ata a luz foxe das túas rúas,  

e os paxaros—como os teus risos—  

aniñan en cráteres.  

E ti, rapariga dos ollos queimados,  

acariñas o baleiro que deixou a túa nena,  

mentres a morte che cuspa cinzas e balas.  

Entón, entre o fume, abres a boca  

e da túa gorxa nace unha nana,  

un arrullo tecido con raíces e bágoas,  

para arrolar á pequena ausencia  

que o ferro converteu en po e en brasas.

O teu canto é un punhal florecido,  

unha semente insaciável baixo as escouras,  

un berro a lume vivo que fura titulares e rezos.

Sabes que o mundo apagará as súas pantallas,  

pero a túa voz—como a gasa antiga—  

enredarase na memoria do vento,  

e ninguén poderá esfiañar o teu nome.  

Co sol que non abonda para limpar o sangue,  

pero persiste, testemuña muda,  

asino esta carta na túa pel de sonora dozura  

e pregunto a ese baleiro que arde:  

Cando deixarán os deuses de tecer mortallas?  

A estas alturas, Deus morreu ou é ateo

*Para a que canta onde outros só ven ruína.*

Sacada a primeira ilustración de CAPIRE

domingo, 5 de enero de 2025

carta a los Reyes Magos LAS ABARCAS DESIERTAS, de Miguel Hernández

“Ningún Rey coronado

Tuvo pié, tuvo gana

Para ver el calzado

de mi pobre ventana

(M. Hernandez)


Las Abarcas Desiertas

Por el cinco de enero,

cada enero ponía

mi calzado cabrero

a la ventana fría.

Y encontraban los días,

que derriban las puertas,

mis abarcas vacías,

mis abarcas desiertas.


Nunca tuve zapatos,

ni trajes, ni palabras:

siempre tuve regatos,

siempre penas y cabras.


Me vistió la pobreza,

me lamió el cuerpo el río,

y del pie a la cabeza

pasto fui del rocío.


Por el cinco de enero,

para el seis, yo quería

que fuera el mundo entero

una juguetería.


Y al andar la alborada

removiendo las huertas,

mis abarcas sin nada,

mis abarcas desiertas.


Ningún rey coronado

tuvo pie, tuvo gana

para ver el calzado

de mi pobre ventana.


Toda gente de trono,

toda gente de botas

se rió con encono

de mis abarcas rotas.


Rabié de llanto, hasta

cubrir de sal mi piel,

por un mundo de pasta

y unos hombres de miel.


Por el cinco de enero,

de la majada mía

mi calzado cabrero

a la escarcha salía.


Y hacia el seis, mis miradas

hallaban en sus puertas

mis abarcas heladas,

mis abarcas desiertas


Miguel Hernández